martes, 22 de febrero de 2011

Y este sol de la infancia

Estudiábamos a Machado el primer año de carrera. En Literatura Española I. La asignatura la impartía, magistralmente, el profesor Miguel Ángel Auladell. Recuerdo que las clases eran miércoles y viernes, y que los viernes, en horario de ocho a diez de la mañana, el sol nos arañaba la retina al amanecer. Fuera, posiblemente, el aire fresco remolinaba algunos papeles y agitaba las copas de los árboles. Más allá, el atractivo aroma caliente del café del Club Social I era acallado por el interés de la asignatura.

Me apasionaba el siglo XX de nuestra Literatura. Española o en español, no importa. Allí dibujábamos los versos de Rubén Darío en nuestros labios. Amábamos con Lorca. Soñábamos con Miguel Hernández.

El año anterior, en COU, todo el curso de Lengua y Literatura estaba dedicado a esa contemporaneidad tan alejada de nosotros como era la narrativa y la poesía de antes de la Guerra Civil. Si alguna de las profesoras osaba llegar a la generación de los 50, el director venía y le advertía que ese no era el camino... De esa forma, a Ángel González y otros maestros, o los descubrías tú mismo, tumbado al solaz del césped del campus, o nunca los leías.

Me sigue apasionando toda la Literatura Española del siglo pasado. Es algo intravenoso, una magia poética que atrapa desde lo más profundo del espíritu y aflora por los cuatro costados del pecho. Conocí a Machado supongo que como todos, a partir del «Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar» o de la también celebérrima Saeta («¡Oh, la saeta, el cantar / al Cristo de los gitanos, / siempre con sangre en las manos, / siempre por desenclavar!), en esos años de la infancia en los que me preocupaba más por el siguiente recreo y los cromos de fútbol.

Ya en COU estudiamos más concienzudamente a Machado (en primero de carrera nos dedicaíamos casi al completo a la Generación del 27; el examen de García Lorca lo bordé, por cierto). Mi hermano me había regalado las Poesías completas del poeta sevillano en edición de Manuel Alvar para la Colección Austral (la vigésima sexta edición de 1997). Fue el regalo por mi confirmación, en mayo de 1999. Devoré el libro y, al año siguiente, en el último curso del instituto, lo volví a leer.

De todos sus versos, maravillosa postal de los campos de Castilla, recuerdo de memoria los cuatro, desgarradores, que escribió al morirse su amada, Leonor:
Hoy, 22 de febrero, se cumplen setenta y dos años de la muerte de Antonio Machado. Murió en Colliure, en 1939, en el exilio. Lejos de todo lo que había amado. El otro gran poeta del siglo XX, Federico García Lorca, yace fusilado no sabemos muy bien dónde. Y qué decir de Miguel Hernández, al que dejaron morir, enfermo y olvidado, en la cárcel de Alicante.
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Hoy, 22 de febrero, se cumplen setenta y dos años de la muerte de Antonio Machado. Murió en Colliure, en 1939, en el exilio. Lejos de todo lo que había amado. El otro gran poeta del siglo XX, Federico García Lorca, yace fusilado no sabemos muy bien dónde. Y qué decir de Miguel Hernández, al que dejaron morir, enfermo y olvidado, en la cárcel de Alicante.

Curiosa forma la nuestra de respetar a los grandes de la literatura universal.

Aquel 22 de febrero de 1939, Antonio Machado aún encontró fuerzas para tomar papel y escribir el que sería su último verso: «Estos días azules y este sol de la infancia».

En esos momentos finales volvió la vista atrás, a esa infancia en patios de Sevilla, a los veranos de Castilla, luminosos y vírgenes, que tantos poemas eternos le inspiraron. Hagan ustedes el mismo ejercicio: regresen a esos versos. Lean a Machado. Lean poesía.

viernes, 18 de febrero de 2011

Una dosis de humildad

Hemos oído muchas veces la expresión «ahogarse en un vaso de agua».

Con total seguridad la empleamos para referirnos a los problemas de gente más joven que nosotros, adolescentes o niños. Quizá consideremos que esos problemas, esas nimiedades en realidad, como el chico o la chica de turno, el examen del día siguiente, la discusión con la mejor amiga, una pelea con alguien, son pequeñeces, nada comparable a los verdaderos problemas de la vida real; es decir, a nuestros problemas. No es más que una forma de egoísmo.

Cuando crecemos, cuando vamos sumando velas a la tarta anual del cumpleaños, esos problemas de infancia ya no lo son tanto. Es probable que pensemos: «Vaya, pues sí que me ahogaba yo por aquel entonces en un vaso de agua».

Somos así. Los seres humanos somos así. Cualquier problema que tengamos, cualquier situación trágica por la que estemos pasando y que nos parezca única, cualquier mala racha que creamos injusta y desproporcionada, antes la ha pasado alguien. Alguien ha sufrido lo mismo que tú. Alguien ha estado en la misma situación. Y con total seguridad muy cerca de ti. Solo que no te has dado cuenta. Tal vez ibas tan preocupado en ti mismo, tan ensimismado en la contemplación de tu propio ombligo, que has pasado por alto que hay más personas en tu entorno que sienten las mismas cosas que sientes tú.

Lo he escuchado esta semana: «Si la gente se siente sola, no es porque no haya suficientes personas a nuestro alrededor. Es porque no hemos sabido crear suficientes lazos entre nosotros».

Es esta una gran verdad.

La pronunció una de las personas que lideran el llamado «Día del desafío», un concepto desarrollado por el programa de televisión Si me conocieras... (If you really knew me, en el original), que emite en España la cadena MTV. Cada episodio del programa se centra en un instituto de los Estados Unidos donde los problemas de pandillas, clases sociales o diferencias raciales están limando las relaciones interpersonales entre los estudiantes. La idea es colocar a los cursos más avanzados en el gimnasio del centro y hacerles ver que sus insultos duelen, que las diferencias son mínimas y que, en la mayoría de los casos, la gente tiende a esconder sus sentimientos o sus verdaderas motivaciones bajo una capa de clichés.

Uno de los ejercicios más emotivos es colocar a todos los estudiantes detrás de una línea pintada en el suelo. Frente a ellos, algunos metros más allá, otra línea. Uno a uno se van nombrando algunas situaciones por las que han podido o puedan estar pasando, como por ejemplo si tienen problemas de alcohol o drogas en sus casas, si no conocen a sus padres, si han sufrido la pérdida reciente de un familiar o alguien querido. Esos jóvenes, inmersos en sus soledades y más preocupados en ocultar su interior para evitar burlas o desprecios, van cruzando la línea una y otra vez, percatándose de que quizá no están tan solos como creían. Hay otros que han pasado por lo mismo que ellos. Hay otros que, si se pararan un instante, han sufrido lo mismo que ellos.

Con total seguridad, y ya no únicamente referido a estudiantes o personas más jóvenes que nosotros, si cada uno hiciera en su vida el simple ejercicio de detenernos un segundo a mirar a quienes nos rodean a los ojos, veríamos que esas personas tienen sentimientos parecidos a los nuestros. No importa la edad. El dolor no conoce de edades, no sabe de personas. Quizá esas personas necesiten un abrazo. Quizá necesiten una única palabra. Tal vez un simple «cómo estás» les evite unas lágrimas y les salve la vida. Eso fue lo que les comenté a mis alumnos esta semana: si veis a alguien triste preguntadle qué le pasa y, lo más importante, esperad a que os responda.

- ¿Y si nos manda a la mierda? - preguntó uno de mis alumnos desde la primera fila.

- Entonces - respondí - solo tienes que decirle: lo siento, te he visto bajo de moral y quería saber si todo está bien. Si luego quieres hablar o necesitas algo, aquí me tienes, ¿vale?

Si aun así, la otra persona mantiene firme la coraza protectora, tal vez podríamos mandarle una mirada de amor acompañada del símbolo internacional del «te quiero», el que muestra la siguiente imagen:


Tras ese «Día del desafío», el instituto no vuelve a ser el mismo, o al menos eso es lo que nos presentan las imágenes. No puede ser tan perfecto ni dar tan excelentes resultados, pero sí que te hace pensar muchas cosas, muchas actitudes que llevamos a cabo (o llevábamos a cabo cuando éramos más jóvenes y paseábamos por los pasillos del instituto).

Probablemente, otro buen ejercico sería mostrarles a esos alumnos una serie de imágenes que les darían una buena dosis de humildad. Y es que el tamaño de nuestros problemas se empequeñece de inmediato cuando los ponemos en relación con la infinita grandiosidad del universo.


En este primer diseño, vemos nuestro planeta y los planetas del Sistema Solar más pequeños. A esta escala, nuestra existencia se reduce a un puntito minúsculo habitando un enorme globo de agua, tierra y fuego.

 

En la imagen superior, la Tierra es mnuy pequeña y el planeta enano Plutón apenas se ve. Júpiter destaca.


El Sol lo preside todo. Tan grande como nos había parecido Júpiter en la fotografía anterior, ahora no es más que una simple canica diminuta. La Tierra, con todos nuestros problemas y preocupaciones, no representa más que un píxel de la imagen.

Otras escalas, como las dos últimas imágenes, presentan otras estrellas del enorme universo comparadas con el Sol. En la última, Antares, la decimosexta estrella más brillante del cielo, deja reducido nuestro Sol a la nada. A esa escala, nuestro planeta es totalmente invisible.



Y ahora pensemos en todo aquello que nos ocupa la cabeza. Está claro que la mente humana es incluso más infinita que el propio universo, pero las preocupaciones que nos angustias son reales. Todos las sufrimos. Todos vivimos en este diminuto planeta, en medio de la nada, olvidados de todo. Carl Sagan (1934-1996) lo explicó mejor a raíz de la famosa fotografía tomada por la nave espacial Voyager 1 el 14 de febrero de 1990.


La Tierra, nuestro planeta, a una distancia de 6.000 millones de kilómetros, no es más que un leve puntito azul. Carl Sagan dijo al respecto:


No estaría de más que a veces nos diéramos a nosotros mismos esa pequeña dosis de humildad. Para terminar esta extensa entrada os dejo con las palabras del propio Sagan.

Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que amas, todo aquel que conoces, todo aquel del que has oído hablar, cada ser humano que existió, vivió sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol.

La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades visitadas por los habitantes de una esquina de ese pixel para los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuente de sus incomprensiones, lo ávidos de matarse unos a otros, lo ferviente de su odio. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este punto de luz pálida.

Nuestro planeta es una mota solitaria de luz en la gran envolvente oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.

Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de los prejuicios humanos que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido.

sábado, 12 de febrero de 2011

¿Insumisión o delincuencia?



No nos confundamos: el propietario del Asador de Marbella al que la Junta de Andalucía, a través de la Policía Judicial, le ha cerrado el local, no es adalid de ninguna libertad, no es representante de ningún colectivo de hosteleros, no simboliza ningún tipo de lucha hombre-Estado.

Ese señor es solo alguien que se niega a cumplir una ley, en este caso la Ley Antitabaco, amenazando con despedir a todos sus trabajadores en base a unas supuestas pérdidas que, según todas las estadísticas y estudios efectuados hasta la fecha, no demuestran ninguna relación entre el descenso de ingresos (que ha sido nulo) y el mes y poco que lleva instaurada la Ley.

Este señor, que ahora incumple la Ley Antitabaco, puede mañana amenazar con incumplir alguna ley de tráfico o las leyes de higiene para hostelería, por poner un ejemplo. Puede incluso incumplir la ley que obliga a tener una licencia de armas y liarse a tiros con el personal no fumador (más del 65%, no lo olvidemos).

Pero seamos serios. Este señor, auspiciado, aupado y jaleado por medios de comunicación afines a los neocons y los radicales de la ultraderecha, pretende culpar al PSOE de unas pérdidas que no tiene ni enseña ni ha contabilizado; pretende culpar al PSOE (al que tacha de dictatorial, marxista y terrorista) de una Ley Antitabaco que aprobaron buena parte de los grupos políticos de España, el PP incluido. Demuestra este señor con ello una clara y evidente confusión, fruto de la lectura continuada de periódicos derechistas y el visionado de programas de dudosa calidad como los que colman la parrilla de televisiones (?) como Libertad Digital o Intereconomía, medios de comunicación encargados de repartir el odio y la crispación por toda nuestra geografía.

¿Y qué dice el PP de todo esto? El PP, obviamente, que repito que aprobó la Ley Antitabaco, se ha puesto del lado del insumiso de Marbella, haciendo creer ahora que no votó la Ley, que se abstuvo (una posición común en este partido, que es la posición del «no sabe, no contesta»).

Es algo que últimamente lleva a cabo demasiadas veces el partido de Mariano Rajoy. Tal vez sea que no entiende la letra de lo que escribe, tal y como reconoció hace poco en una entrevista.



No obstante, como todos sabemos, si Rajoy gobierna en 2012, ni derogará la Ley Antitabaco, ni derogará la Ley del Aborto, ni derogará la Ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. No lo hará. No lo hará porque son leyes que amplían derechos y libertades y que, de ser retiradas, crearían un vacío legal muy complicado de sobrellevar. No lo hará, y calla ante quienes piensan que sí coartará esos derechos, para seguir alimentando todas esas tertulias políticas (?) de los medios antes referidos. Es decir, deja patente la duda, ese continuo quiero y no puedo, ese perpetua estrategia (cansina, por otra parte) de estar siempre en la abstención para no tomar parte y mantenerse al margen de la realidad.

Lo que sí sabemos, con total certeza, es que si D. Mariano Rajoy Brey gana por mayoría absoluta, no hay duda de que volveríamos a un estado crítico (quizá parecido a lo dictatorial y autoritario, como decía el señor del Asador de Marbella), semejante al que vivíamos cuando el Presidente Aznar ponía los pies encima de las mesas de la Casa Blanca y mandaba soldaditos españoles a morir por causas ilegales y ajenas a nuestro país.

No nos sorprendemos. Son las formas del PP. Aquí en Novelda, en mi querida ciudad natal, vuelve a ser alcaldable por el PP la misma señora que, al obtener la alcaldía, preguntó qué se cobraba y, pareciéndole poco, se lo dobló. Ni corta ni perezosa. La misma persona que el Tribunal Constitucional condenó por tres veces cuando, siendo Presidenta de les Corts Valencianes, negaba el uso de la palabra y el derecho a réplica o a preguntar de las otras formaciones políticas. Negaba, esto es, el uso de la democracia. La misma señora que, de su etapa como Consellera de Turisme, hereda una implicación en el caso Gürtel por recibir lujosos regalos de las mismas personas que luego recibían contratos multimillonarios, las mismas personas que presuntamente financiaban el PP de la Comunitat Valenciana. La misma señora que, en las ferias de turismo de FITUR o Valencia, pasaba de largo por delante de nuestro stand, como despistada o distraída. Quizá no entendía tampoco las letras que decían «Novelda».

Esa señora.

La misma señora que se presenta ahora en Novelda como libertadora y portadora de sueños. Por fortuna, tenemos memoria histórica, a pesar de que el PP también nos la quiera robar...

Volviendo al inicio del artículo, el propietario del Asador de Marbella que se ha declarado insumiso ante una Ley Antitabaco aprobada democráticamente por la mayoría de los grupos políticos de nuestro país, no representa a nadie; puede incluso que no se represente ni siquiera a sí mismo. Con total probabilidad está muy mal aconsejado por personas de la derecha. Y es que la multa que le han impuesto de 145.000 euros la va a pagar sí o sí, gobierne quien gobierne, le guste o no le guste, le pese a quien le pese.

Por fortuna, individuos como este señor no reflejan ni son portavoces de la inmensa mayoría de profesionales del sector de la hostelería que cumplen y hacen cumplir las Leyes. Como Concejal de Turismo he podido conocer a muchos de esos profesionales, pequeños empresarios o autónomos, que respetan la Ley. Desde la Concejalía, tras una etapa en la que el PP de Novelda daba la espalda a esta importantísima industria, hemos llevado a cabo distintas iniciativas para favorecer a este colectivo fundamental en nuestro abanico económico: Jornadas Gastronómicas, Ruta del Tapeo, etc. Todos las conocen.


He hablado con algunos de esos profesionales, he acudido a muchos y muy distintos bares de mi ciudad, y en todos he podido comprobar que la Ley se cumple a rajatabla, que los bares siguen llenos de gente pero libres de humo y que los «iluminados» (como el señor del Asador) que se niegan a cumplir las leyes no son más que delincuentes confesos. Y los medios de comunicación que les dan alas y voz a esos personajes que se autodenominan insumisos no son más que cómplices de esa manera antidemocrática de pasarse las leyes por el forro.

Y es que en democracia (a veces no viene mal recordarlo) las Leyes están para cumplirlas, aunque no nos gusten. Sobre todo cuando, como la Ley Antitabaco, han sido aprobadas con el consenso general de todos los grupos políticos.

jueves, 10 de febrero de 2011

«Cómo me gustas»

Esas son las tres palabras del famoso bolero del cubano Osvaldo Farrés, creador también de piezas muy conocidas como Quizás, quizás, quizás, Toda una vida o Acércate más.

Esas son las tres palabras, la confesión del corazón, lo que resume el amor.

En este fin de semana del amor, que culminará el próximo lunes con la festividad de San Valentín, son el mejor regalo para nuestros oídos: tres simples palabras que condensen todos los sentimientos. Cómo me gustas. ¡Cómo me gustas!

Todo ello teniendo en cuenta que, de un tiempo a esta parte, esta celebración (como la Navidad o incluso la Semana Santa) ha perdido todo el carácter que sin duda alguna tendría en sus orígenes. Hoy en día, San Valentín o el Día de los Enamorados es otro día-excusa (como también ha llegado a ser el Día de Todos los Santos): la excusa para decir «te quiero», para regalar flores o para comprar algún detalle. La excusa perfecta para salir a cenar fuera.

No me gustan estos días, pues caemos fácilmente en la vorágine consumista. Después de todo, esta fecha está muy bien colocada después de Navidades y rebajas y antes del Día del Padre y las Comuniones. No me gustan estos «días señalados» en el calendario, porque es como si esperáramos a esa fecha en concreto para decirle a la persona que queremos lo mucho que la queremos, y eso, para mí, rompe cualquier espíritu interno que tenga esta festividad.

Hay que decir te quiero cuando salga del corazón, hay que regalar algo o comprar un detalle cuando nazca de dentro. Sin más. Y decirle a nuestra amada, siempre que también brote del alma, lo mucho que nos gusta su presencia en nuestra vida.

Yo lo digo: María, ¡cómo me gustas!