La cita de Stephen King está en la página 51, capítulo 3, de esa primera edición de Un saco de huesos (noviembre de 1998) que publicó en cartoné la editorial barcelonesa Plaza & Janés. El libro sigue estando sobre la estantería. Aguantó un brote de humedad hace unos cinco años en la pared donde está ubicado y ahora sus páginas están amarillentas y arrugadas. Parece más antiguo de lo que es, a pesar de que ya tiene casi quince años.
De Stephen King no he leído tanto como me gustaría, aunque sí sus obras principales (Carrie, It, El resplandor, Apocalipsis...). Cuando devoré Un saco de huesos (cayó en dos o tres días de lectura constante) yo tenía quince años y recuerdo que pasé miedo. Mucho miedo.
De Stephen King no he leído tanto como me gustaría, aunque sí sus obras principales (Carrie, It, El resplandor, Apocalipsis...). Cuando devoré Un saco de huesos (cayó en dos o tres días de lectura constante) yo tenía quince años y recuerdo que pasé miedo. Mucho miedo.
Y para alguien que, en aquel entonces, gracias al programa aquel de La 2 de TVE, Alucine, había visto la saga de Pesadilla en Elm Street, alguna de Muñeco diabólico y tres o cuatro de Viernes 13, además de otros clásicos del terror como La matanza de Texas o La noche de los muertos vivientes, eso de «pasar miedo» era algo habitual. Además, y como inciso, pocas películas consiguen provocar un miedo visceral y profundo. La mayoría basa ese terror en sustos provocados por subidas de volumen y acordes estridentes de la sección de cuerda de la orquesta que graba la banda sonora (véase, si no, la serie de Paranormal activity). Ni siquiera las escenas más sangrientas (las de la eterna saga Saw o las de Destino final) consiguen remover un poco el estómago acostumbrado.
Para miedo miedo, el que pasé cuando vi Al final de la escalera, El resplandor (la versión de Kubrick) o, más recientemente, Llamada perdida (la original japonesa), la española Rec (lo reconozco: salí del cine corriendo para el coche) y la uruguaya La casa muda.
De esas tres últimas películas, por cierto, hay remake estadounidense. ¡Qué manía que tienen los americanos de hacer remakes!
Pero a lo que íbamos: Un saco de huesos. Volví a recordar esa gran novela de Stephen King cuando descubrí hace poco que contaba con una versión cinematográfica (de finales de 2011) en forma de miniserie para la televisión. Dos capítulos. Con Pierce Brosnan en el papel del novelista Michael Noonan. ¿Sería como esa otra adaptación televisiva sobre libro de King, El resplandor, protagonizada por Rebecca De Mornay? ¿Un guión débil, un actor famoso y el reclamo en grande «basado en una obra de Stephen King»? Tenía que verla.
El encargado de dirigir la miniserie fue Mick Garris, quien también dirigió la versión de 1997 de El resplandor (la actuación de Steven Weber en el papel de Jack Torrance no tiene ni punto de comparación con lo que Stanley Kubrick sacó de Jack Nicholson) y esa otra miniserie (muy larga, aunque interesante y con guión del propio autor de Portland) basada en una novela de Stephen King, Apocalipsis, que el año próximo tendrá su versión cinematográfica dirigida por Ben Affleck.
Un saco de huesos es una novela densa, profunda, donde los sueños, los recuerdos del narrador (el novelista Mike Noonan) hacia su esposa fallecida Johana, las dudas sobre ella, el oficio de escritor, los maleficios del pasado y el paisaje de Maine adquieren una importancia singular. ¿Todo eso puede ser trasladado a la pantalla, aunque sea en dos sesiones de una hora y veinte minutos? Pues no.
Por eso casi todas las adaptaciones de libros (la única excepción que me viene ahora a la cabeza es la película El club de la lucha, que complementa e incluso supera a la novela de Chuck Palahniuk; claro que detrás de la cámara estaba David Fincher) pecan de dejarse cosas en el tintero, eliminar personajes y simplificar tramas. Muchos lectores, cuando van al cine a ver esas adaptaciones, se quejan de eso mismo: que si el protagonista no tiene la misma edad que tenía en el libro, que si han cambiado la época, que si este personaje que tanto me gustaba no tiene el peso que tenía en la novela...
Por supuesto. Se trata de una «adaptación». Para original ya tenemos el libro.
Quizá como yo había leído el libro hacía quince años vi la miniserie desde otra perspectiva. Está claro que el Michael Noonan de la novela de King no podría haber usado nunca un iPad, pero la esencia principal estaba ahí: la muerte de la esposa (aquí ocurre de otra manera), el bloqueo del escritor, la cabaña junto al lago, la maldición que parece perseguir a los habitantes de esa zona por un terrible suceso del pasado, la pequeña Kyra y su madre Mattie, etc. La forma de presentarlo no puede ser igual que en la novela, obviamente. Así que considero que es una adaptación muy respetable de la novela (y sí, hay cinco o seis sustos provocados por subidas de volumen y acordes estridentes de la sección de cuerda), conociendo la complejidad de la misma.
Otra cosa es el título que decidió ponerle a la miniserie algún avispado productor o director de cadena. ¿La maldición de Dark Lake? Por favor...
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