Se acaba el año. Por estas fechas siempre acostumbro (acostumbramos, creo yo) a hacer balance del año que se nos marcha de los dedos. El año pasado incluí en ese resumen un vídeo con cincuenta fotografías del amanecer desde mi ventana, despuntando el alba detrás de la iglesia parroquial de San Pedro, en Novelda.
Este año no he podido hacer tantas fotografías como para elegir cincuenta. (¿Intuía con ello la importancia que iba a tener ese número para los amantes de la literatura...?) De hecho, no creo ni que llegue a una decena de instantáneas. El motivo es que entro a trabajar una hora antes y tengo que levantarme, por lo tanto, una hora antes. Me amanece en la autovía o, a veces, cuando ya estoy en el colegio. Y como casi siempre me olvido de levantar las persianas de la clase, cuando termino las dos horas de Bachillerato y subo para continuar con los muchachos de la ESO ya hace tiempo que el sol está arriba. Ya no puedo compartir en Twitter y Facebook esas hermosas fotografías (algunas personas, incluso, me lo recriminan por la calle), pero el amanecer sigue ahí y cualquiera de ustedes puede disfrutarlo. Los mayas no acertaron con su predicción, así que ahora, creo que más que nunca, tenemos que hacer nuestra la vieja y conocida máxima del carpe diem. Porque el mundo no se habrá acabado, pero hay algunos que están empeñados en acabar con nosotros.
Para mí, la imagen de este 2012 que termina es la del austriaco Felix Baumgartner saltando desde la estratosfera el pasado 14 de octubre.
Es la imagen, el hecho histórico y el logro personal que borra todo lo demás: las matanzas en Siria, los desahucios y los suicidios, el hambre en el Sahel, las estafas con las participaciones preferentes, los directivos bancarios yéndose de rositas (una vez más), la brutalidad policial, el paro, la corrupción política, la corrupción como estructura integrada en y asumida por el Estado, etc.
La hazaña de este austriaco de cuarenta y tres años, que yo seguí emocionado y expectante en casa de mi novia, me pareció, y todavía me sigue pareciendo a pesar de que su nombre no se haya incluido en la mayoría de listas de los personajes del año, una auténtica llamada de atención a toda la humanidad. Más que un salto, más que las ganas de batir varios récords mundiales y escribir con mayúsculas un capítulo en el libro del deporte de riesgo, la caída de Baumgartner es un mensaje lanzado al mundo: cualquier meta que nos pongamos es posible.
Y en estas fechas de propósitos personales es bueno recordar eso mismo: que, aunque todo se vea muy negro, a pesar de que dicen que el próximo 2013 será peor todavía, siempre queda un instante para la esperanza. No lo perdamos.
2013 está a la vuelta de la esquina. Queda menos de una semana.
Durante este año he publicado dos novelas (una en formato electrónico, La mirada del perro, y otra en papel, El asesino del pentagrama). El hecho de que lleve algún tiempo sin actualizar este blog es por ello: he estado algo liado con la corrección final de la novela, y ahora toca la promoción. Pueden seguir la evolución de esa última novela policíaca en un blog que creé sobre ella.
Este año también se ha publicado el espectacular libro de empresa de Carmencita, libro en el que he tenido el placer y el honor de participar. Ver mi nombre escrito junto al de Juan Cruz, María Dueñas, Ferran Adrià, Manolo Blahnik, Vicente del Bosque o Quique Dacosta es más que un lujo. La parte en la que participé era la dedicada a los protagonistas de la empresa, los trabajadores, retratados magistralmente por el fotógrafo Vicente Albero, en cuya página web se puede ver el trabajo.
Un año también que ha servido para ver cómo el cortometraje del amigo Emilio Vicedo obtenía el Primer Premio en el Festival Internacional Cinemobile de Sevilla y era seleccionado para el Certamen Cortos de Aquí de Elda. La música que compuse e interpreté para Sed de aire se puede escuchar en mi página web personal; el cortometraje se puede ver en mi página Facebook. Os lo recomiendo.
Son varios los proyectos que tengo para el próximo 2013, así que, si tuviera que hacer algún propósito, cosa que no suelo hacer, sería ese: tener la constancia para llevarlos a cabo.
Muchos de ellos están finalizados y verán la luz en futuros meses; otros aguardan en mi cabeza el tiempo y el momento de ponerlos en práctica.
Y si tuviera que pedir un deseo para este 2013 que está a punto de empezar sería algo parecido: que ustedes, que tú, que ahora has tenido la voluntad de seguirme hasta aquí, tengas la constancia y la fuerza de poner en práctica y ver cumplido todo aquello que te propongas. Suerte con todo. Y ya sabes, siempre que pueda ayudar, aquí me tienes.
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