Hace algunos años, la RAE actualizó las normas ortográficas. Hasta ahí nada nuevo. De hecho, es su función. Sin embargo, el problema viene cuando esas nuevas reglas no nos apañan. Es lo que ha ocurrido con la propuesta de que el adverbio solo y los pronombres demostrativos este, ese, aquel y sus variantes ya no lleven tilde.
Cuando éramos pequeños nos enseñaron en el colegio que solo lleva tilde cuando equivale a solamente; si no, es un adjetivo y, por tanto, no lleva. Pero la RAE se dio cuenta de que muy pocas veces, o ninguna si atendemos al contexto, hay confusión: son dos palabras de categorías gramaticales diferentes que se escriben y suenan igual, como puente, ojo o banco. A eso se le llama homógrafo y, según el contexto en que se encuentren, tendrán un significado u otro. ¿Por qué mantener, pues, la tilde diacrítica en solo? No es el caso de el/él o tu/tú, por poner dos ejemplos. Estas dos palabras se diferencian, además de en su categoría gramatical (determinante/pronombre) en su acentuación: el primero es átono y el segundo tónico y, por lo tanto, la tilde nos ayuda a distinguir esa pronunciación diferente de acuerdo a la categoría a la que pertenece.
Pero eso no ocurre ni con solo (que se pronuncia igual intensidad siendo adjetivo o adverbio) ni con los pronombres demostrativos. Nada distingue la pronunciación de esas palabras en estas frases:
A mi cumpleaños vendrán SOLO Juan y su hermana.
SOLO pudo estudiar un día para ese examen tan difícil.
ESTE coche es perfecto para mí.
ESTE es el libro que me compré.
No hay diferencias de pronunciación. El significado queda claro por el contexto. Entonces, ¿por qué seguir poniéndoles a estas palabras una tilde diacrítica que no tiene sentido? Y, puesto que son llanas acabadas en vocal (o en ese, caso de estos, esos, aquellos, etc.), no necesitan llevar tilde. Y es un error ortográfico ponérsela, como la propia Academia reconoce (la última vez en su canal de Twitter, @RAEinforma):
Sin embargo, como hecha la ley hecha la trampa, la propia RAE nos dice, en el Diccionario panhispánico de dudas que «ahora bien, cuando esta palabra pueda interpretarse en un mismo enunciado como adverbio o como adjetivo, se utilizará obligatoriamente la tilde en el uso adverbial para evitar ambigüedades». Como en la oración «Juan toma un café solo», que no sabemos si el café es lo único que toma o no hay nadie junto a Juan mientras lo toma. Pero esa excepción tiene problemas de comprensión incluso en la lengua hablada (donde la tilde de solo no se «escucha», por así decirlo, al pronunciarse de igual modo en todos sus sentidos). La RAE (y la lógica, por otra parte) nos ayuda a resolver esa ambigüedad: «Juan toma solamente un café».
Hay muchísima gente que no acepta esos cambios por parte de la Real Academia. «Cuando equivale a solamente, sólo ha llevado tilde», dicen. «Toda la vida», añaden. «La RAE puede decir misa», rematan. Como he repetido muchas veces en otras entradas en este blog o en artículos en prensa, la lengua es un ente vivo en constante evolución. Y para muestra un botón. Seguro que ustedes pueden recitar de memoria la retahíla de preposiciones en español: a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre y tras. Desde hace algunos años, se añaden nuevas preposiciones: durante, mediante, versus y vía. Y esto no es algo demasiado nuevo, claro está: la preposición durante se reconoce como tal desde la 21ª edición del Diccionario, en 1992 y mediante desde la 20ª edición, en 1984. Versus apareció por vez primera en nuestro Diccionario en 1985 (revisión del diccionario anterior), con el sentido de «frente a, contra», tomado del inglés, que hizo una mala traducción de la preposición original latina, que quiere decir «hacia, en dirección a». Finalmente, la preposición vía es de corto recorrido: si bien en el DRAE de 1992 se decía que «en complementos circunstanciales sin artículo ni preposición, hace las veces de esta y equivale a “por, pasando por”. He venido VÍA París, La fotografía se ha recibido VÍA satélite», desde la 22ª edición, en 2001, ya tiene el estatus de preposición.
Y es que no todo es inamovible, y menos cuando tratamos asuntos lingüísticos. Ya ni siquiera la ciencia es inamovible. Cuando estudiábamos en la escuela la lista de planetas del Sistema Solar (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón) nos la sabíamos de memoria, por orden, como las provincias de Andalucía o los afluentes del Ebro, como los reyes godos o las capitales de estado de EE. UU. No obstante, desde 2006, nuestro Sistema Solar cuenta con ocho planetas, uno menos; Plutón se considera desde entonces un planeta enano, junto a Ceres, Haumea, Makemake y Eris. Y lo hemos aceptado. Sin más. No nos hemos parado a pensar: «Pero si toda la vida (al menos desde 1930) Plutón ha sido un planeta…».
También lo he dicho en repetidas ocasiones: no todo es como nosotros creemos que es. Pasa con la conocidísima pieza musical Adagio en sol menor, o Adagio de Albinoni. A pesar de que es general la creencia de que es una obra original del compositor barroco Tomaso Albinoni, realmente fue compuesta por el musicólogo italiano Remo Giazotto en 1945. Hay algunos que incluso esgrimen con terquedad: «Siempre ha sido de Albinoni y siempre lo será», pero lo cierto es que nunca lo ha sido y nunca lo será. Lo que no le resta mérito a esta hermosa pieza, por supuesto, como también es fabuloso el archiconocido Adagio para cuerdas de Samuel Barber, compuesto a finales de los años 30 del pasado siglo.
Hay más: el delicioso librito Pequeña crónica de Anna Magdalena Bach siempre se creyó escrito por la segunda mujer de Johann Sebastian Bach, pero en realidad su autora, Esther Meynell, lo publicó de forma anónima en 1925. Al final, y debido al éxito, tuvo que confesar la autoría. Y es posible que el poema Espejo de paciencia, compuesto por Silvestre de Balboa (¿?) corra esa misma suerte. Algún día lo sabremos.
Espero que este, quien escribe, esté para contarlo. Y ustedes para verlo. Mientras tanto, solo ellos, solo esos, los académicos de la RAE, estarán para decirnos (nos guste más o menos) cómo se escribe.
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