miércoles, 29 de agosto de 2012

Un saco de huesos

«Comparado con el hombre más vulgar que camina por la faz de la tierra y proyecta allí su sombra -dijo supuestamente Hardy-, el más brillante de los personajes de una novela no es más que un saco de huesos».

La cita de Stephen King está en la página 51, capítulo 3, de esa primera edición de Un saco de huesos (noviembre de 1998) que publicó en cartoné la editorial barcelonesa Plaza & Janés. El libro sigue estando sobre la estantería. Aguantó un brote de humedad hace unos cinco años en la pared donde está ubicado y ahora sus páginas están amarillentas y arrugadas. Parece más antiguo de lo que es, a pesar de que ya tiene casi quince años.

De Stephen King no he leído tanto como me gustaría, aunque sí sus obras principales (Carrie, It, El resplandor, Apocalipsis...). Cuando devoré Un saco de huesos (cayó en dos o tres días de lectura constante) yo tenía quince años y recuerdo que pasé miedo. Mucho miedo.

Y para alguien que, en aquel entonces, gracias al programa aquel de La 2 de TVE, Alucine, había visto la saga de Pesadilla en Elm Street, alguna de Muñeco diabólico y tres o cuatro de Viernes 13, además de otros clásicos del terror como La matanza de Texas o La noche de los muertos vivientes, eso de «pasar miedo» era algo habitual. Además, y como inciso, pocas películas consiguen provocar un miedo visceral y profundo. La mayoría basa ese terror en sustos provocados por subidas de volumen y acordes estridentes de la sección de cuerda de la orquesta que graba la banda sonora (véase, si no, la serie de Paranormal activity). Ni siquiera las escenas más sangrientas (las de la eterna saga Saw o las de Destino final) consiguen remover un poco el estómago acostumbrado.

Para miedo miedo, el que pasé cuando vi Al final de la escaleraEl resplandor (la versión de Kubrick) o, más recientemente, Llamada perdida (la original japonesa), la española Rec (lo reconozco: salí del cine corriendo para el coche) y la uruguaya La casa muda.

De esas tres últimas películas, por cierto, hay remake estadounidense. ¡Qué manía que tienen los americanos de hacer remakes!

Pero a lo que íbamos: Un saco de huesos. Volví a recordar esa gran novela de Stephen King cuando descubrí hace poco que contaba con una versión cinematográfica (de finales de 2011) en forma de miniserie para la televisión. Dos capítulos. Con Pierce Brosnan en el papel del novelista Michael Noonan. ¿Sería como esa otra adaptación televisiva sobre libro de King, El resplandor, protagonizada por Rebecca De Mornay? ¿Un guión débil, un actor famoso y el reclamo en grande «basado en una obra de Stephen King»? Tenía que verla.

El encargado de dirigir la miniserie fue Mick Garris, quien también dirigió la versión de 1997 de El resplandor (la actuación de Steven Weber en el papel de Jack Torrance no tiene ni punto de comparación con lo que Stanley Kubrick sacó de Jack Nicholson) y esa otra miniserie (muy larga, aunque interesante y con guión del propio autor de Portland) basada en una novela de Stephen King, Apocalipsis, que el año próximo tendrá su versión cinematográfica dirigida por Ben Affleck.



Un saco de huesos es una novela densa, profunda, donde los sueños, los recuerdos del narrador (el novelista Mike Noonan) hacia su esposa fallecida Johana, las dudas sobre ella, el oficio de escritor, los maleficios del pasado y el paisaje de Maine adquieren una importancia singular. ¿Todo eso puede ser trasladado a la pantalla, aunque sea en dos sesiones de una hora y veinte minutos? Pues no.

Por eso casi todas las adaptaciones de libros (la única excepción que me viene ahora a la cabeza es la película El club de la lucha, que complementa e incluso supera a la novela de Chuck Palahniuk; claro que detrás de la cámara estaba David Fincher) pecan de dejarse cosas en el tintero, eliminar personajes y simplificar tramas. Muchos lectores, cuando van al cine a ver esas adaptaciones, se quejan de eso mismo: que si el protagonista no tiene la misma edad que tenía en el libro, que si han cambiado la época, que si este personaje que tanto me gustaba no tiene el peso que tenía en la novela...

Por supuesto. Se trata de una «adaptación». Para original ya tenemos el libro.

Quizá como yo había leído el libro hacía quince años vi la miniserie desde otra perspectiva. Está claro que el Michael Noonan de la novela de King no podría haber usado nunca un iPad, pero la esencia principal estaba ahí: la muerte de la esposa (aquí ocurre de otra manera), el bloqueo del escritor, la cabaña junto al lago, la maldición que parece perseguir a los habitantes de esa zona por un terrible suceso del pasado, la pequeña Kyra y su madre Mattie, etc. La forma de presentarlo no puede ser igual que en la novela, obviamente. Así que considero que es una adaptación muy respetable de la novela (y sí, hay cinco o seis sustos provocados por subidas de volumen y acordes estridentes de la sección de cuerda), conociendo la complejidad de la misma.

Otra cosa es el título que decidió ponerle a la miniserie algún avispado productor o director de cadena. ¿La maldición de Dark Lake? Por favor...

viernes, 24 de agosto de 2012

Salobreña en la retina

Es la tercera vez que voy a Salobreña. Esta población se encuentra en el centro de la costa de Granada, la llamada Costa Tropical. La segunda vez que fui era diciembre y tocó quitarse las chaquetas porque estábamos a unos veinte grados. De ahí lo de «tropical». En la misma página web del Ayuntamiento de Salobreña nos indican que la media anual es de 17ºC, «con medias invernales en torno a los 12º y de 24º en los meses más cálidos».

No solo el clima es agradable. El paisaje es otro punto a su favor. Y, sobre todo, los contrastes de ese paisaje: playa de arena y playa de piedras, separadas por un peñón, un casco antiguo de casas blancas y calles estrechas que forman un laberinto coronado por un castillo árabe...


El peñón desde un chiringuito de la playa 
Así anochecía desde lo alto del peñón 
De fondo se aprecia el castillo de Salobreña 
Desde el peñón se lanzan algunos intrépidos

En mis dos primeras visitas siempre me alojé en el Hostal Jayma, en pleno centro de la ciudad, a un paseo de la playa y en mitad de toda una variadísima oferta de restaurantes y bares. Un hostal totalmente recomendable, familiar y con unas habitaciones exquisitas.

Sin embargo, esta vez quería cambiar. Y me alojé en el Best Western Salobreña, un hotel de tres estrellas cuya única pega es que dista unos tres kilómetros del centro del pueblo. Se trata de un hotel familiar, con múltiples actividades organizadas y desarrolladas por los monitores, dirigidas a todos los públicos y desde bien temprano. A partir de las diez de la mañana ya estaban buscando voluntarios para apuntarse a piragüismo, buceo, juegos alrededor de la piscina, waterpolo, voleibol acuático, gimnasia... Y por la noche siempre había fiesta: música en directo, espectáculos cómicos, etc. Para todas las edades, que para eso es un hotel familiar. Precisamente esa fue una de las críticas que leí (en páginas como TridAdvisor, por ejemplo): que, al ser familiar, había demasiados niños. No fue un problema. En todo momento se respetaban los horarios de sueño, quizá porque todos estábamos agotados. Así que pudimos hacer siesta (hasta las seis de la tarde, luego ya ponían la música en la piscina) y pudimos dormir por las noches plácidamente. Además, el hotel ha construido recientemente (ni siquiera en las fotos de la página web aparece) una piscina para los más pequeños, justo al lado de la principal.

Hablaba antes de que el único problema era la distancia que separaba el hotel del pueblo, pero eso también es su mayor ventaja. Ubicado en lo alto de un acantilado, las vistas desde el hotel son magníficas. Desde el balcón de la 238, donde estábamos alojados mi novia y yo, esto es lo que se veía:


En el centro de la imagen está el peñón y a la izquierda queda el castillo de Salobreña. Levantarse por las mañanas y ver este paisaje, con sus diferencias y sus matices, no tiene precio. Unos días, la bruma impedía ver más allá del mar; otros, la claridad te hacía distinguir hasta las sombrillas de la playa. La mayoría de las veces, el mar se confundía con el inicio del cielo. ¿O era el cielo el que se confundía con el final del mar?

Como el casco histórico ya lo habíamos visitado, incluyendo el castillo (recomendación: lleven calzado muy cómodo, las cuestas pueden llegar a ser traicioneras), únicamente pisamos el centro para cenar una noche (en el Bar Pesetas, parada obligatoria y excelente su leche frita) y otra para asistir a un concierto en directo de jazz a cargo de dos guitarristas, dentro de un ciclo de música organizado por el Ayuntamiento e interpretado por distintos rincones de ese laberinto interior.

De esta tercera visita, que no será la última, me quedo con un par de descubrimientos. El primero es una calita que hay justo debajo del hotel y a la que se accede por unas empinadas escaleras (de nuevo la recomendación de llevar calzado cómodo). Vale la pena el cansancio y la caminata. El resultado es este.

A la cala también se puede bajar en coche, así que no hay excusas
Calma. Silencio absoluto, roto solamente por las olas chocando contra las piedras. Aguas cristalinas. Peces nadando a tu alrededor.

El segundo descubrimiento es el de un Ayuntamiento preocupado por su municipio, por sus vecinos y por los que vienen de fuera, que en los meses de verano son muchos. Eso se nota en el programa de actos para julio y agosto (conciertos, exposiciones, visitas guiadas, etc.) y en el cuidado y el respeto por la memoria y el pensamiento de sus ciudadanos. En la plaza principal, bordeando el edificio del Ayuntamiento y un auditorio que ya quisiéramos muchos para nuestra ciudad, colgado de todas las palmeras, una preciosa iniciativa llevada a cabo por Ángel Arenas: el Banco de la Sabiduría Popular, una serie de frases que invitan a la reflexión.

Hice fotografías de todos esos pensamientos que vecinos y vecinas de Salobreña habían «cedido» a ese banco de sabiduría, pero me quedo con el primero que encontré. Suerte, o quizá defecto profesional.


Le doy toda la razón a María Jesús: enseñar lo que uno sabe es de lo más hermoso que se puede hacer por los demás.

domingo, 5 de agosto de 2012

Tengo "la" camisa

Espero que me permitan un poco de publicidad subliminal. Aunque de subliminal no tiene nada, la verdad. Les dejo con el último anuncio de Ariel, presentando las nuevas Ariel Excel Tabs.





El hermano mayor es quien habla primero, indicando que su hermano pequeño tiene una cita. Y el otro se explica: «Fundamental ir hecho un pincel. Por suerte tengo la camisa», remarcando bien el artículo determinado.


Como nos explica la Nueva gramática de la lengua española, editada en 2009 por la RAE, el   «artículo determinado del español procede, en efecto, del demostrativo latino ille / illa / illud, la misma forma que dio origen en nuestra lengua al pronombre personal de tercera persona y, con la adición de un refuerzo deíctico, también al demostrativo aquel».


Son palabras átonas, que forman grupo acentual con la primera palabra tónica que los sigue. Todavía recuerdo esas clases de Historia de la Literatura Española, en el último curso de Filología Hispánica, escribiendo fonéticamente párrafos y párrafos. Todas las palabras tienen acento (aunque no todas lleven tilde gráfica, claro está), salvo pocas excepciones, entre las que se encuentran los artículos determinados, que siempre carecen de acento léxico, salvo cuando recibe el acento contrastivo, tal y como sucede en el ejemplo del anuncio.


Volvemos a la Nueva gramática, volumen I, apartado 14.2d, página 1032:
El artículo determinado puede recibir acento contrastivo para enfatizar el rasgo de definitud de un grupo nominal, por oposición a otros valores de determinación o cuantificación que pudieran asignársele, como en El florecer de la agricultura no es ni siquiera un problema importante: es el problema. El artículo no es clítico del sustantivo en esta secuencia, ni forma con él una palabra fonológica. Posee, pues, su propio acento, que recibe una interpretación enfática.
Más tarde, la misma RAE nos referirá que este «recurso es empleado con frecuencia creciente en el lenguaje publicitario, como en Raleigh es EL cigarro (anuncio mexicano), es decir, "el cigarro por excelencia o por antonomasia", o en La Paceña es LA cerveza (anuncio boliviano)».


Aquí tienen el anuncio de Raleigh de los años 60 y, después, un anuncio de la cerveza Paceña que, aunque no contenga sí contiene un grito que hago mío: «Que viva La Paz», aunque en esta ocasión se refiera a la ciudad boliviana. O no...





El anuncio de Ariel y el de Raleigh contienen ejemplos de ese uso enfático del artículo determinado. Recuerden: son anuncios o cuñas (o también avisos o comerciales, aunque el Diccionario panhispánico de dudas nos advierte que esos dos últimos usados únicamente en América), evitando emplear el anglicismo spot.


En cuanto al objeto en cuestión de la publicidad (la camisa por excelencia, la que al hermano pequeño le da suerte con sus citas), ya habrá tiempo en otra ocasión de estudiar su etimología.

jueves, 19 de julio de 2012

#NoveldaenFiestas2012

Otro año más, Novelda está en Fiestas.


Aunque el sábado pasado pudimos escuchar el excelente pregón de la abogada noveldense María Jesús Navarro Alberola, acto en el que el azar quiso que Ester Canicio Sánchez (del barrio María Auxiliadora) y la pequeña Nerea Seller Tomás (representando al barrio La Garrova) salieran elegidas, respectivamente, como Reina Mayor e Infantil, de Novelda; aunque desde aquel día ya hemos podido disfrutar de algunos conciertos y actividades, no es hasta hoy, día 19 de julio, cuando se da el verdadero pistoletazo de salida de nuestras Fiestas.


Nuestras Reinas 2012

Un día cargado de actos, todo hay que decirlo: desde muy temprano con el recorrido de kábilas, que se alarga hasta mediodía. Y por la tarde, apenas con el tiempo justo de comer algo con la filà y arreglarse, a las 18:00 h, la Entrada de Bandas y el posterior Desfile de Capitanías, que culminan con las Embajadas Mora y Cristiana.

El mejor aperitivo para, ya a partir de las diez de la noche, el tradicional concierto que el Orfeón noveldense «Solidaridad» y la Unión Musical «La Artística» celebran en la explanada del Santuario de Santa María Magdalena, lugar desde el cual, justo a medianoche, tiene lugar el sorteo de números que acompañarán a nuestra Patrona durante la Bajada. Media hora después, y por las mismas calles por las que el 21 y el 23 discurrirán los Desfiles, empieza la Retreta.


Concierto en el Castillo, julio de 2011

Unos días muy intensos, como se ve, que culminarán el próximo 25 de julio con una mascletà nocturna (la crisis ha podido con los fuegos artificiales) y que aún se estirarán hasta el primer lunes de agosto, momento en el que la Santa volverá en romería desde la iglesia barroca de San Pedro, en pleno centro de Novelda, hasta el Santuario modernista de La Mola. Entre medias, pasacalles, desfiles, procesiones, misas, feria, conciertos, carreras (la más importante, por antigüedad, la carrera ciclista del día 22 por la mañana; otra, por espectacularidad y atracción turística, la Cross Nacional Subida al Santuario que organiza el Club Atlético «Carmencita», que ya va por su vigésimo sexta edición).

Pero quedémonos en el día de hoy: 19 de julio. Después de la Entrada de Bandas y antes del Desfile de Capitanías tiene lugar la interpretación del pasodoble festero Novelda en Fiesta, con letra del poeta local Francisco Antonio Montero Ruiz y música de un servidor. Todo un honor el poder abrir las Fiestas de mi ciudad.



La historia de este pasodoble es muy reciente. Hace unos dos años, José Eugenio Pérez, Presidente de la Junta Central de Comparsas, se dirigió a mí y otros compositores locales para comentarnos la idea que llevaban: darle un nuevo aire al reciente acto de interpretación del pasodoble Novelda, del maestro Molina.

Ese pasodoble, cuya letra está compuesta por Brauli Montoya, se llevaba tocando desde hacía muy poco, cuatro años para ser exactos (precisamente yo fui el encargado de dirigir a todas las bandas en la edición de 2009), siguiendo la estela de poblaciones vecinas, como Elda o Petrer, donde sus respectivos pasodobles (Idella y Petrel, ambos del maestro Miguel Villar) son coreados por cientos o miles de personas. Sin embargo, en Novelda este acto parecía no terminar de calar. Una letra relativamente larga (lo que complica que se aprenda de memoria), sumado a un pasodoble hermoso aunque sentado, parecía no ser lo adecuado para comenzar con energía el primer día de Fiesta. Por ello fue que la Junta Central convocó a los compositores locales para elaborar un pasodoble festero, movido y con garra, para que fuera interpretado tras la Entrada de Bandas.

Y a eso me puse en cuanto me lo comunicaron. No pedí nada a cambio, por supuesto. Si salía elegido entre aquellos que se presentasen, ya estaba pagado. Y quizá fue ese hecho, el que era una composición que había de regalarse a Novelda, lo que provocara que fuéramos pocos los que nos lanzamos a escribir unas melodías y unos acordes para celebrar los Moros y Cristianos de nuestra tierra.

No era lo primero que escribía para Fiestas, claro está. Antes había compuesto Des-filà (pasodoble) y Baixen els Desbaratats (marcha cristiana), ambas dedicadas a escuadras de la comparsa Mozárabes. Se pueden escuchar aquí. También, aunque no sea un pasodoble festero, compuse Luis 'el Pasiego', dedicado al cabo de la filà La Polseguera, de Astures. Y para esta comparsa se irá también mi última pieza, una marcha cristiana que se estrenará el año que viene.

Obviamente, el pasodoble Novelda del maestro Molina (dedicado a todo el pueblo noveldense) no queda en el olvido, y de hecho se interpreta abriendo los desfiles, en pasacalles de barrios, conciertos, etc. Sin ir más lejos, esta misma noche, en el concierto de la explanada del Santuario que he referido antes, la última pieza siempre es este pasodoble, himno de Novelda, cantado por el Orfeón y tocado por «La Artística».

El 26 de febrero de 2011 se estrenaba Novelda en Fiesta en el Centro Cívico y Social, interpretado por la Unión Musical «La Artística» y dirigido por José Antonio Llinares Igual. Pocos días después me comunicaron que había sido elegido para interpretarse tras la Entrada de Bandas. Además, me dijeron que fuera yo quien lo dirigiera en esa primera ocasión. Doble honor. Como he comentado antes, ya había dirigido a todas las bandas dos años antes, pero hacerlo aquella vez con un pasodoble compuesto por mí para todos los festeros de mi pueblo es algo que no se puede expresar con palabras.

Y así, el 19 de julio del año pasado salí al balcón del Ayuntamiento para ponerme al frente de cientos de músicos llegados de toda la provincia para dirigir Novelda en Fiesta, mi granito de arena a las Fiestas de Moros y Cristianos. Ahora, además del pasodoble Novelda, de Molina, y del Himno de los Moros y Cristianos de Novelda, del maestro Villar, se cuenta con otra pieza musical que recoja el sentir de los noveldenses en estos días mágicos. Y eso enriquece la Fiesta. Porque todo suma.





Además, Novelda en Fiesta tiene letra. Como he dicho al principio, fue mi amigo y poeta Francisco Antonio Montero Ruiz quien compuso esos versos adecuándolos a la música. Aquí están:

Viste Novelda en verano
la culpa de dos castillos;
quieren ser los jazmineros
custodios de María Magdala.

Toca julio su tostón
por las calles del bracete,
con filàs que son de moros
y las otras de cristianos.

Quiere el Sol
que desfilen las chilabas.
Quiere el Rey
que se vean sus almenas.
Porque así a la fiesta
y a nuestra romería,
vendrán las bandas,
traerán canción.

Verde y blanca noveldera,
si el aledo va a buscarte
ponte lazos de Glorieta,
que al pasodoble
te sacará a bailar.

Y en agosto devolveremos
racimos de calaveras,
que despierta el campanario
camino de la Mola,
y al final las escaleras.

Viste Novelda en verano
la culpa de dos castillos;
quieren ser los jazmineros,
quieren ser los jazmineros
custodios de María,
de María la de Magdala.



Una letra corta, muy pegadiza, que se repite así como se repite la música, plagada de referencias a Novelda y nuestras Fiestas: los dos castillos, los jazmines que engalanan la Patrona, las filàs de los dos bandos, la romería, las bandas, la música, la Subida, el verde y blanco de nuestra bandera, etc.

Una letra que nos podrá gustar más o menos, pero que representa a la perfección aquello que somos como novelderos y, ante todo, aquello que somos durante estos días de Fiesta.

Aparquemos la crisis durante esta semana. Es difícil, pero intentemos disfrutar lo máximo, con la familia, con los amigos. Estas Fiestas serán únicas.


¡¡FELICES FIESTAS PATRONALES Y DE MOROS Y CRISTIANOS 2012 A TODOS!!

sábado, 7 de julio de 2012

Aún queda camino por recorrer

Poco o nada une a Novelda como pueblo con las fiestas grandes de Pamplona. Salvo una pequeña calle en el barrio Sagrado Corazón, paralela al Paseo de los Molinos, pequeña, casi sin tráfico y silenciosa, dedicada a Fermín de Amiens.




Por el contrario, yo llevo celebrando los sanfermines toda mi vida. Nací un 7 de julio, a las 6:26 de la mañana, en la calle Emilio Castelar, en casa de mis abuelos, traído al mundo por el padre de mi madre, el doctor José Jordán. Cada 6 de julio veo el chupinazo, en casa o en algún bar almorzando, y cada San Fermín me levanto pronto para ver el primer encierro. Y así hasta que se entona el Pobre de mí. ¿Me pueden gustar los encierros sin que me gusten las corridas de toros? Por supuesto. Porque una cosa es la carrera, el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el animal, las distintas ganaderías y sus diferencias, la cuesta de Santo Domingo, el giro hacia la calle Estafeta y otra, totalmente opuesta, la barbarie (que algunos tratan de ver como arte) de marear a un ser indefenso durante media hora, clavándole espadas, alargando su cruel destino, hasta que muere asesinado entre los vítores de la plaza repleta. ¿Dónde está el arte? ¿Dónde la cultura? Les recomiendo que vean el documental Earthlings Terrícolas»), o The Cove, o La pesadilla de Darwin. Porque todos somos seres vivos en un mismo planeta. Ninguna especie debería dominar a otra, subyugarla y maltratarla, y menos todavía por el simple hecho de la búsqueda del placer o, acabáramos, atendiendo a unas señas de identidad que, de ser así, a mí, por lo menos, no me representan.

Los puristas dirán que, gracias a las corridas de toros, el toro bravo sigue existiendo. Si es así, ¿a qué esperamos para montar corridas de linces ibéricos para que dejen de extinguirse? Nótese la ironía.



Solo una vez he estado en Pamplona; cuando tenía once años. Fue en 1994, durante un campamento veraniego que el Padre Dehon organizaba para sus alumnos en Puente la Reina (Navarra). Yincanas, deporte, noches sin dormir, trabajo en equipo, comida comunitaria, dormir al raso… Fue durante el verano del Mundial de EE.UU., cuando nuestra selección de fútbol no era lo que es actualmente. La tarde del 9 de julio, codazo de Tassotti a Luis Enrique incluido, ninguno estaba para demasiados amigos. Ha sido de las pocas veces que he celebrado mi cumpleaños lejos de mi tierra y de mi gente. Recuerdo que nos llevaron a ver una novillada de los sanfermines durante una excursión. Supongo que ahí nacería mi antipatía por la ¿fiesta? de los toros. También fuimos a ver, en Roncesvalles, la famosa piedra de Roldán, el héroe del poema épico francés, y me acuerdo de que, en un momento dado, alguien dijo: «y ahora estamos en Francia».

Mucho ha llovido desde entonces. Ahora cumplo veintinueve, veintitodos como digo yo, una cifra que me recordará todo este año que hoy empiezo que el año que viene cambiaré de decena. Como dice aquella canción de Alejandro Sanz y Paolo Vallesi, protagonista de mi verano del amor del 96: «soy un niño, a pesar de mis treinta cumplidos». Desde aquella tierna adolescencia, esa canción siempre ha estado muy presente. Es la metáfora musical del libro de James Matthew Barrie convertido en mito, en un mundo en el que cada vez somos más los que nos adherimos a la categoría de peterpanes. Porque, y siguen cantando Sanz y Vallesi, «siempre niño, que al mirarme al espejo entendí que lo importante es ser igual por dentro». Y nunca olvidaré el niño que fui, el que de alguna manera sigo siendo. Como cantaba Hiperión en la novela de Hölderlin: «en el niño haz paz; aún no se ha destrozado consigo mismo. Hay en él riqueza; no conoce su corazón la mezquindad de la vida. Es inmortal, pues nada sabe de la muerte».





Acompaño esta reflexión con una fotografía de la clase de 4º B del Padre Dehon, tutorizada por Raimundo Rizo Mira, en el curso 1992-1993. Todos esos niños han cumplido o cumplirán veintitodos durante este 2012. Todos cumpliremos veintinueve, incluso Joaquín Blas, que ya no está entre nosotros. Él también cumplirá 29 años.

Toda esa felicidad que despedíamos en la foto ha ido cambiando de destino. Antes nos reíamos de cualquier cosa, mirando a cualquier parte, yo sobre todo con los tebeos de Pepe Gotera y Otilio o los de Astérix y Obélix (o el genial libro El pirata Garrapata, ataque de risa incluido el día que me tocó leer en voz alta en clase). No teníamos teléfono móvil, ni Internet, ni videoconsola. Ni siquiera eso era ciencia ficción, porque tampoco nos interesaba el futuro más allá del próximo fin de semana. Preferíamos el recreo, el fútbol de las cinco y las tragaperras del Casino o los Lucky. En el patio volaban de mano en mano los cromos de la Liga (a pantalón o camiseta) y rodaban las peonzas (ahora se han vuelto a poner de moda; lo hacen cada cuatro o cinco años, luego desaparecen del mercado, hasta que el lobby internacional de las peonzas decide que hay que volver a sacarlas). Acabábamos de comulgar. Mi grupo lo hizo el 24 de mayo de 1992, año olímpico como este, de blanco inmaculado y cruz al cuello, ya hace de eso veinte años…

Y no seguiré por ahí, porque me estoy poniendo muy en plan «abuelo cebolleta».

Los treinta y cinco niños de la foto ya hemos crecido. Nos hemos hecho hombres. La vida nos está tratando mejor o peor, pero quiero pensar que aún guardamos dentro alguno de esos motivos que nos hacían sonreír aquel día. Y es que, por muy mal que lo estemos pasando, siempre hay un motivo para sonreír. Hace poco me encontré con una frase atribuida al escritor brasileño Paulo Co
elho: «un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo; a estar siempre ocupado con algo; y a exigir con todas sus fuerzas aquello que desea».


Hoy cumplo yo 29 años, pero no me olvido de aquellos que fueron mi clase. Los de siempre. Para que nunca nos falte una sonrisa en nuestra cara, para que siempre encontremos algo que hacer que nos llene (y, lo más importante, alguien que nos valore ese trabajo) y, por último,  para que intentemos cambiar o exigir el cambio de aquello que no nos gusta, de todas las injusticias con las que convivimos día a día. Luchemos con todas nuestras fuerzas, las mismas que teníamos cuando no levantábamos metro y medio del suelo.

Y en esas sigo. Intentando mejorar en todo, pero sobre todo intentando no cambiar esa felicidad y optimismo que se dibujaban en mi rostro. Mirando siempre al futuro, no olvidando el pasado pero sí aprendiendo de él, perdonando y agradeciendo. Así lo dice el Dhammapada de Gautama el Buda: «"Me maltrató, me golpeó, me derrotó, me robó". El odio de aquellos que almacenan tales pensamientos jamás se extingue. "Me maltrató, me golpeó, me derrotó, me robó". Quienes no albergan tales pensamientos se liberan del odio». Y culmina diciendo: «el odio nunca se extingue por el odio en este mundo; solamente se apaga a través del amor».

En este mundo de envidias y rencores, de odios que carcomen los adentros, vamos a iluminar nuestras vidas con la luz del amor. Contemplemos la Naturaleza y gocémonos en sus detalles. Ya escribí hace poco un artículo sobre la suerte de caminar por Alicante y sentir cómo nos invade el aroma del mar. Quedémonos a observar el anochecer, cómo va moteándose el cielo de estrellas; levantémonos pronto un día para ver amanecer. Escuchemos más música, leamos más filosofía, escribamos nuestros pensamientos, degustemos cada palabra de cada conversación con nuestros amigos. Demos ánimos a quien lo necesite, agradezcamos siempre con una sonrisa, perdonemos de corazón, ayudemos sin pedir nada a cambio. Esos podrían ser mis propósitos de año nuevo, en este año que hoy comienzo: seguir construyéndome como persona, porque aún tengo mucho camino por delante.