miércoles, 11 de enero de 2012

Por fin tengo el Scrabble

Seguro que fui bueno... Si no, no se explica que los Reyes Magos vinieran tan cargados de regalos. En casa de mi novia, entre otras cosas, me trajeron ese gran juego de mesa que es el Scrabble: un juego de palabras cruzadas que mezcla la destreza para hacer crucigramas, la habilidad para resolver anagramas y, ante todo, rapidez, ya que solo se dispone de un máximo de dos minutos por turno. Todo ello sumado al conocimiento que se debe tener de la lengua, puesto que cuanto más vocabulario se tenga mayores oportunidades de ganar, aunque, obviamente, el azar juega también un papel fundamental.


Para los pocos que desconozcan la mecánica de este juego de mesa, decir que el Scrabble se juega en un tablero de 15x15 entre dos, tres o cuatro jugadores. Cada uno dispone de un atril en el que va colocando de siete en siete las distintas letras que componen el juego. Hay, en la versión española, un total de 100 fichas (98 marcadas con letras y dos fichas en blanco que sirven como comodines) divididas de la siguiente manera:

0 puntos: dos fichas en blanco (comodines).
1 punto: A ×12, E ×12, O ×9, I ×6, S ×6, N ×5, L ×4, R ×5, U ×5, T ×4
2 puntos: D ×5, G ×2
3 puntos: C ×4, B ×2, M ×2, P ×2
4 puntos: H ×2, F ×1, V ×1, Y ×1
5 puntos: CH ×1, Q ×1
8 puntos: J ×1, LL ×1, Ñ ×1, RR ×1, X ×1
10 puntos: Z ×1

Cada jugador, en su turno, debe construir una palabra con el máximo de letras posible, cruzándola con otra palabra que se encuentre sobre el tablero y atendiendo a las casillas de puntuación extra (letra doble o triple y palabra doble o triple), para así ganar más puntos. Lógicamente, el juego termina cuando ya no quedan más fichas que coger o cuando ya no se pueden formar más palabras.

Como ya se ha visto, faltarían la w y la k, no empleadas en el juego debido a las pocas palabras que existen en nuestro idioma con esas letras. El único «error» achacable es que el juego, al contrario de lo que ya ha hecho la RAE, siga reconociendo como letras propias la ch, la ll y la rr, impidiendo las reglas usar un c y una h en dos fichas o dos eles y dos erres en fichas distintas para formar palabras, algo que deberían corregir, tanto en la edición del juego (eliminando esas tres fichas CH, LL y RR) como en las bases para los campeonatos de Scrabble que se realizan a lo largo del mundo.

Quién le iba a decir a su creador que ese humilde juego iba a tener tantos seguidores y tanto reconocimiento. Y es que la historia del nacimiento del Scrabble es una muestra de cómo no rendirse nunca ante las continuas puertas cerradas.

Mr. Butts, creador del Scrabble
Alfred Mosher Butts, de Poughkeepsie, Nueva York, creó este juego en 1938 sobre la idea de un juego anterior suyo llamado Lexiko, cuya patente fue denegada y que no obtuvo el beneplácito de dos fabricantes. Sin rendirse, como nos indica la Wikipedia, «fabricó él mismo casi 200 juegos que regaló o vendió a sus amigos, pero Lexiko no llegó más lejos. No era un éxito comercial».

Fue en 1938 cuando Butts tuvo la idea de añadir un tablero, y así formar palabras tal y como se hacían en los crucigramas (que empezaban a hacerse populares en aquella época, inventados en 1913 por Arthur Wynne). El juego fue cambiando de nombre (de Lexiko a NewAnagrams, Alph, Criss-Cross y finalmente Criss-Crosswords), pero el éxito no acababa de llegar.

El tablero de Criss-Crosswords se imprimía y pegaba en tableros de ajedrez, con las letras de las fichas dibujadas a mano y pegadas en trozos de madera de 0,5 cm, cortados a la medida de las casillas del tablero.

Decepcionado porque la patente fue rechazada y porque ningún fabricante se atrevía a comercializarlo, abandonó el proyecto hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

En 1948, uno de los amigos de Butts y de las primeras personas en recibir el Criss-Crosswords, James Brunot, que creía firmemente en ese juego, decidió junto a su esposa arriesgarse a comercializarlo. Así pues, llegaron a un acuerdo: a cambio de dar la autorización a Brunot para fabricar el juego, Butts recibiría un tanto por ciento por cada juego vendido.

Como nos sigue contando la Wikipedia, «los Brunot decidieron que el juego necesitaba pequeñas modificaciones, por lo que reorganizaron la distribución de casillas con premio y simplificaron las reglas, que resultaban demasiado largas y complejas. Al mismo tiempo, empezaron a pensaren un nuevo nombre y solicitaron un copyright, lo que se les concedió el 1 de diciembre de 1948».




Días después, el 16 de diciembre, nacía el Scrabble.

El juego fue creciendo exponencialmente. De aquellos inicios en los que los Brunot confeccionaban el juego y lo vendían en el salón de su casa de Newtown, Connecticut, a dieciocho unidades el día, perdiendo dinero año tras año, se pasó a una producción, en 1952, de 37.000 unidades. El boca oreja funcionó de inmediato y los compradores se lo recomendaban a sus amigos. Esto mismo, en la actualidad, habría sido casi inmediato gracias a la generación Twitter.

Ese año de 1952 significó el gran salto, puesto que «Jack Strauss, el presidente de Macy's de Nueva York —los grandes almacenes más importantes del mundo—, aprendió a jugar a Scrabble durante sus vacaciones». Le encantó el juego, pidió unas cuantas unidades para repartirlas entre sus amistades y le dijeron que no disponían de Scrabble en las estanterías de sus almacenes. Así que Macy's comenzo a venderlo y, además, financió una campaña promocional del juego.

Al año siguiente, en 1953, ya se fabricaban seis mil unidades semanales de Scrabble, por lo que Brunot cedió la licencia de fabricación a Selchow and Righter, el fabricante de juegos líder en Estados Unidos, que precisamente (esas paradojas del destino) lo había rechazado unos años antes.

Y la fiebre del Scrabble siguió creciendo, país por paías e idioma por idioma, allá donde iba. Fiebre que se tradujo, como sucede con otros juegos de mesa, con campeonatos mundiales. El primero tuvo lugar en 1991, en Londres, y dos años después en Nueva York, ambos en la lengua de Shakespeare. En español, se celebró el Primer Campeonato Internacional en Madrid, en el año 1997.

Termina la entrada de la Wikipedia diciendo:

Desgraciadamente, James Brunot murió en octubre de 1984, por lo que nunca llegó a ver el primer campeonato mundial del juego, pero Alfred Butts sí tuvo la suerte de verlo (asistió a la competición de Nueva York y quedó maravillado al ver lo lejos que había llegado su invento). Butts siguió jugando al Scrabble con su familia y sus amigos hasta el final de sus días. Este hombre modesto y sin pretensiones vivió para ver cómo su creación se convertía en un fenómeno mundial. Vivió hasta los 93 años, muriendo en abril de 1993.
Gracias a esos dos amigos, gracias a que nunca se rindieron y confiaron en ese juego siempre, hoy podemos disfrutar del Scrabble en nuestras casas o en cualquier parte. Es el mejor legado que nos dejaron a todos los que amamos las letras y las palabras: poder jugar partidas y partidas de Scrabble. Como esta con la que termino mi entrada, tal y como se quedó el tablero después de jugar contra mi novia.

Por cierto, ganó ella.




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