jueves, 1 de marzo de 2012

300 años de la Biblioteca Nacional

En un mundo cada vez más guguelizado (¿qué diablos querrá decir esa palabra?), parece que no existes si no apareces en Google. El no va más, por lo tanto, es aparecer como doodle; esto es, el diseño que el famoso buscador da a sus letras cuatricolores en su página de inicio. Si ayer, 29 de febrero, le tocó a la celebración del 220º nacimiento del compositor italiano Gioachino Rossini (con óperas magníficas como L'italiana in Algeri o Guillermo Tell con su archiconocida obertura), hoy ha sido el tercer centenario de la Biblioteca Nacional de España quien se ha llevado el gato al agua, si bien únicamente en la versión española del buscador, claro está. Cualquier persona del planeta que hoy entre en www.google.es podrá admirar esto:


Un diseño sencillo, desde luego, pero que nos recuerda que tal día como hoy, pero en 1712, abría al público la Real Librería, promovida por Felipe V con la idea (lógicamente ilustrada) de «renovar la erudición histórica y sacar al aire las verdaderas raíces de la nación y de la monarquía españolas», en palabras de Manuel Carrión en su La Biblioteca Nacional (1996), según fuente consultada en la página de la BNE de la Wikipedia.

En un primer momento nutrida de colecciones privadas de los reyes de España, como Felipe II, Felipe IV y el propio Felipe V, poco a poco fue ampliándose la colección de manuscritos con libros u otros ejemplares confiscados a los partidarios del archiduque Carlos de Austria cuando este perdió la Guerra de Sucesión (1701-1715).

En 1836, la Biblioteca, abierta ya más de un siglo a todos los estudiosos, pasa a ser denominada Nacional y, con la desamortización de Mendizábal, todos los fondos de la mayoría de conventos e instituciones religiosas pasan a formar parte del catálogo de la Biblioteca Nacional. Podría deducirse de estas últimas líneas que buena parte del catálogo ha entrado a la fuerza; por supuesto que no. Como todos saben, cualquier libro que se imprimía y se imprime en España se envía a la BNE, donde millones de ejemplares dan fe de una larguísima tradición cultural que recoge muestras de varios siglos y de cientos de materias. Y, obviamente, no solo en forma de libro.

Todo lo anterior (a lo que sumaríamos la creación de la Biblioteca Digital Hispánica en 2006, bajo la dirección de Rosa Regàs) nos sitúa ante una inabarcable fuente de conocimiento, refugio necesario para eruditos y estudiosos y, desde el 13 de diciembre de 2011 hasta el 15 de abril de este año, reclamo también para curiosos. Y es que, dentro de los actos de este tercer centenario de la Biblioteca Nacional, es posible ver una pequeñísima muestra de todas las maravillas que esconden sus muros.

Además, fruto de que las nuevas tecnologías pueden acoplarse a cualquier aspecto de nuestras vidas, la BNE presentó también una aplicación móvil para todos aquellos que no pudieran acercarse hasta la sede de la Biblioteca, en el madrileño Paseo de Recoletos. Como afirma la introducción de la aplicación para dispositivos con Apple o Android:
La institución cultural más antigua del país abre sus puertas a todos los ciudadanos, pone a disposición del públicos sus principales joyas. [...] La BNE sale al encuentro con el ciudadano, le conduce a través de la escritura, el arte y la ciencia a otros momentos pasados y futuros. La BNE es tuya es el eslogan con el que la Biblioteca quiere dejar claro que no hay barreras, que es un lugar para todos, que siempre se ha ido adaptando a los cambios, a una sociedad en continua renovación y a los nuevos tiempos.
Hoy es la Biblioteca 2.0, volcada con la digitalización masiva de sus fondos, en la innovación, en las tecnologías digitales y las redes sociales; en la vanguardia de los canales de información, pero sin olvidar el peso de 300 años como guardián de las palabras, las imágenes y los sonidos, donde se conserva el saber y se difunde el conocimiento.
A partir de ahí, una selección de cincuenta piezas, donde encontramos manuscritos autógrafos de Leonardo da Vinci (del siglo XV), un breviario de Isabel la Católica (también del XV), las Cantigas de Santa Maria de Alfonso X (del siglo XIII), el mapa geográfico de América Meridional de Juan de la Cruz Cano (de 1775), originales de Velázquez o Goya, grabados de Rembrandt, el incunable de Los doce trabajos de Hércules del marqués de Villena (de 1483), Obras de música para tecla, arpa y vihuela de Antonio de Cabezón (de finales del siglo XVI), un diario personal y autógrafo de Miguel de Unamuno, o cartas mecanografiadas y firmadas por Federico García Lorca.

Para ver la colección completa no queda otra que acercarse hasta la capital de España (o pasarse por la exposición virtual, claro está). Aún hay tiempo, hasta el 15 de abril, para admirar estas joyas y obras de arte (y, por qué no, compaginarlas con alguna que otra visita al Museo del Prado o al Reina Sofía). Luego volverán al silencioso anonimato que se esconde tras los muros de la Biblioteca Nacional.

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