viernes, 16 de marzo de 2012

Los opuestoros

Los opuestoros, como su nombre indica, son toros que se oponen. Si uno está arriba, el otro está abajo. Si uno está a la derecha, el otro, estará a la izquierda. Pero todo se irá complicando y aparecerán toros abrigados, toros solitarios, toros pacifistas. Un libro imprescindible para los que de verdad estiman a los toros.


Con estas palabras presenta la editorial barcelonesa Libros del Zorro Rojo el volumen ilustrado de Sebastián G. Schnetzer Los opuestoros. En sus treinta y dos páginas irán surgiendo distintos toros, siempre contrarios. Si en una página aparece un toro pequeño, en la otra saldrá grande; si sale un toro macho enfrente aparecerá un toro hembra (una vaca, vamos). Al principio los contrarios serán sencillos, pero a medida que transcurren las hojas se irán complicando más, buscando un giro más a la tuerca de la creación.






Descubrí el libro en casa de mi novia. Su hermana pequeña lo había sacado de la biblioteca del colegio (¡benditas bibliotecas escolares!) y lo tenía encima de la mesa del salón. Estuvimos leyéndolo, fijándonos en cada dibujo y, mientras, le iba preguntando si conocía todas las palabras (deformación profesional, lo siento).

La edición, como muestran las imágenes anteriores, es bilingüe (aunque también está editado únicamente en castellano o solo en catalán); así, además de aprender y conocer antónimos gracias a los simpáticos dibujos de los toros, se afianza el inglés en los más pequeños.

Los dos dibujos que más le gustaron a la pequeña Nuria fueron el del toro extraterrestre (con antenas y, por supuesto, de color verde) y el del toro antiguo, con esa estética cavernícola propia de Atapuerca. Pero a mí, los dos pares de dibujos que más me gustaron son estos:



El toro nativo frente al toro extranjero. Como se puede ver, son dos toros iguales, idénticos, porque no hay diferencia, le expliqué a mi cuñadita, entre un toro o un niño nativo, de aquí, de este país, y otro toro u otro niño extranjero, que venga de fuera. Porque por dentro es lo mismo. Es el mismo toro. Y aunque a veces cambie el color, tenga manchas, sea negro, blanco o marrón, siente igual que otro totalmente distinto a él.

O el toro alegre, jugando con niños, libre, frente a ese toro triste que advierte su muerte cercana en la mirada de odio del torero. Esa es la imagen que cerraba el libro y abría la reflexión.

Los opuestoros (que tuvo una seguna parte en Los opuestoros 2) es uno de esos pequeños grandes libros ilustrados para niños que, a buen precio (cada uno cuesta solo 9,95 euros, y se puede comprar desde la página web de la editorial), nos invita a provocar en los niños una llamada hacia el respeto, la igualdad, la solidaridad y la paz. Si logramos que ellos vean en las pequeñas diferencias que les rodean las grandes semejanzas que les sitúan acordes con el mundo, el propósito del ilustrador Sebastián G. Schnetzer se habrá cumplido. Y con creces. Y, de paso, estaremos construyendo un futuro mejor.

martes, 6 de marzo de 2012

La lengua no es sexista

El académico Ignacio Bosque
Mucho revuelo se ha montado estos últimos días gracias (o por culpa) del informe que ha presentado Ignacio Bosque, catedrático de Lengua Española en la Complutense de Madrid y miembro de la RAE, sobre «Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer», informe suscrito por todos los académicos numerarios y correspondientes que asistieron al pleno de la Real Academia Española celebrado en Madrid el pasado 1 de marzo.

Como siempre sucede cuando se trata de asuntos que atañen a la filología, hay un aluvión de críticas y opiniones, vertidas casi siempre desde terrenos externos a la Lingüística, debido, como ya he comentado en alguna otra ocasión, al hecho de que todos somos hablantes de una lengua y, quizá por ello, nos creemos capacitados a opinar y juzgar a pesar de basar nuestros argumentos sobre cimientos nada sólidos. Por descontado, eso mismo no sucede cuando los médicos o los ingenieros o los informáticos hablan y debaten sobre algún tema. Su palabra es ley, porque para ello han estudiado una carrera, ¿no? Esto, por desgracia, no pasa en temas lingüísticos.

Por supuesto, desde hace algunos años, y sobre todo con el desafortunado incidente de la exministra Bibiana Aído con su famoso y muchas veces repetido «miembras» (del que ya hablé en este mismo blog), el debate lingüístico de la discrimación por género viene adquiriendo picos de interés mediático. De ahí que la RAE se vea obligada a emitir este informe, después de ver la ingente publicación de guías y manuales sobre lenguaje no sexista, guías que, como reconoce al inicio del informe el propio Ignacio Bosque, «han sido escritas sin la participación de los lingüistas». Y es que «sus autores parecen entender que las decisiones sobre todas estas cuestiones deben tomarse sin la intervención de los profesionales del lenguaje». Además, concluye el segundo punto del informe:
es fácil adivinar cuál sería la reacción de las universidades, las comunidades autónomas, los ayuntamientos o los sindicatos si alguna institución dirigiera a los ciudadanos otras guías de actuación social sobre cuestiones que competen directamente a esos organismos y, más aún, que lo hiciera sin consultar con ellos y sin tener en cuenta sus puntos de vista, cuando no despreciando abiertamente sus criterios.
De ahí nace la necesidad de redactar ese informe. Los colectivos feministas que critican fuertemente el texto de la RAE no lo han leído, o lo han leído partiendo de la premisa de que la institución que lo firma quiere ir en contra de las mujeres. Lejos de politizar más la lengua, no importa que la RAE esté formada por muchos más hombres que mujeres (treinta y siete contra cinco); la Real Academia se dedica a limpiar, fijar y dar esplendor y ese es el fin de este y otros informes, si bien este que hoy nos atañe venga obligado después de todas esas guías del hablar políticamente correcto que van en contra de la norma lingüística.

Si esos colectivos feministas y demás personas que se han tirado a la yugular de la RAE leyeran el informe (cosa que dudo que hayan hecho antes de ponerse a despotricar sobre el mismo) comprobarían que lo que se nos ha querido vender desde los medios de comunicación no es tal cosa. Como reconoce Ignacio Bosque, es una realidad «que existe la discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad». Y el profesor Bosque se refiere a las alarmantes cifras anuales de violencia doméstica, acoso sexual, diferencias salariales entre hombres y mujeres, diferencias en el trato personal en el trabajo, distintas condiciones para acceder a puestos de responsabilidad, desigualdad entre hombres y mujeres en la distribución de las tareas domésticas, el sexismo latente en la publicidad. También existen los comportamientos verbales sexistas, algo que ya «ha sido destacado por los lingüistas en numerosas ocasiones, incluso aplicándolo al caso específico de las mujeres».

Ni siquiera hay nada que reprocharle al autor del informe cuando trata de los criterios de paridad, esas cuotas que regulan el acceso a puestos de responsabilidad que, realizando una discriminación positiva, procuran que haya las mismas mujeres que hombres en, por ejemplo, una lista que concurre a unas elecciones. Cada persona que esté donde se merezca su valía. Esa es la mejor normalidad posible. Es a lo que se habría de aspirar.

Pasa a analizar en su informe el Sr. Bosque algunas expresiones que sí conllevan sexismo, como Los directivos acudirán a la cena con sus mujeres o En el turismo viajaban dos noruegos con sus mujeres, pero indica frases que las guías consultadas consideran sexistas, como por ejemplo los trabajadores de la empresa o los gerentes, ya que podría causar discriminación hacia las trabajadoras o las gerentas. En ese sentido, a RAE, en los últimos años, ha hecho un esfuerzo por incorporar nuevas voces en femenino para designar oficios, como puedan ser médica, notaria, arquitecta, botánica, música, etc. Sin embargo, la misma economía del lenguaje nos impide realizar siempre esas duplicaciones: Que salgan todos los alumnos y alumnas. Esas guías consultadas para el informe advierten que ese sexismo lingüístico anula la visibilidad de la mujer. Sobre esto, dice Ignacio Bosque:
Es cierto que esta última frase [Todos los que vivimos en una ciudad grande] "no visibiliza a la mujer", pero también lo es que las mujeres no se sienten excluidas en ella. Hay acuerdo general entre los lingüistas en que el uso no marcado (o uso genérico) del masculino para designar los dos sexos está firmemente asentado en el sistema gramatical del español, como lo está en el de otras muchas lenguas románicas y no románicas, y también en que no hay razón para censurarlo.
Y de nuevo se pregunta el académico sobre la autoridad profesional, científica, social, política, administrativa que «poseen las personas que tan escrupulosamente dictaminan la presencia de sexismo en tales expresiones, y con ello en quienes las emplean».

Leyendo el informe (totalmente desprovisto de tintes políticos, únicamente centrándose en los aspectos lingüísticos), se advierte un cierto aire de ironía, como cuando se pregunta:
¿Será o no sexista el uso de la expresión el otro en la secuencia Juan y María se ayudan el uno al otro en lo que pueden? Como esta expresión tampoco visibiliza el femenino en la concordancia, cabe pensar que esta frase también es sexista. Si a un hombre o una mujer se le escapa la frase Ayer estuvimos comiendo en casa de mis padres, ¿estará siendo sexista? Seguramente sí, se dirá, puesto que el sustantivo padres designa aquí al padre y a la madre conjuntamente.
Pero es que el español no tiene una palabra particular para ese uso, como sí la tienen el inglés, el francés o el alemán. ¿Tendría que expulsar la RAE de su diccionario esta voz, y otras muchas? Solo la pregunta ya causa risa.

El problema es que las asociaciones y colectivos feministas que tan pronto pusieron el grito en el cielo cuando se dio a conocer este informe, simplemente leyeron (y sacaron de contexto) la siguiente frase: «Un buen paso hacia la solución del "problema de la visibilidad" sería reconocer, simple y llanamente, que, si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar». Este no se podría hablar fue el titular de todos los periódicos, la frase que usaron como arma las mujeres (y algunos hombres, entre ellos el extertuliano de Intereconomía y actual ministro de Cultura, José Ignacio Wert) sin leer siquiera las dieciocho páginas que tiene el informe.

Peor es cuando esas mismas guías (de ahí se verifica que fueron redactadas por personas completamente ajenas a la profesión del lingüista) parecen sugerir el uso de la arroba como signo lingüístico de uso no sexista, lo cual supone una aberración en toda regla, no ya para el sentido común sino por la labor que los profesores de Lengua ejercemos desde la escuela y el instituto. Y es que solo una de las nueve guías que cita el informe «recomienda evitar la arroba como signo lingüístico en todos los contextos. Aun así, no propone sustituir L@s niñ@s vendrán a clase con ropa cómoda por el equivalente con los niños, sino con las niñas y los niños o con los/as niños/as». Sin palabras.

Por fortuna, y para ir concluyendo, diré que la lengua en sí no es sexista. Lo podrán ser algunos hablantes con sus actitudes, actitudes que el propio académico de la lengua señala al inicio y, desde luego, será sexista el uso que se le dé, obviamente. Porque, como dice Ignacio Bosque, «los juicios sobre nuestro lenguaje se extienden a nosotros mismos».

jueves, 1 de marzo de 2012

300 años de la Biblioteca Nacional

En un mundo cada vez más guguelizado (¿qué diablos querrá decir esa palabra?), parece que no existes si no apareces en Google. El no va más, por lo tanto, es aparecer como doodle; esto es, el diseño que el famoso buscador da a sus letras cuatricolores en su página de inicio. Si ayer, 29 de febrero, le tocó a la celebración del 220º nacimiento del compositor italiano Gioachino Rossini (con óperas magníficas como L'italiana in Algeri o Guillermo Tell con su archiconocida obertura), hoy ha sido el tercer centenario de la Biblioteca Nacional de España quien se ha llevado el gato al agua, si bien únicamente en la versión española del buscador, claro está. Cualquier persona del planeta que hoy entre en www.google.es podrá admirar esto:


Un diseño sencillo, desde luego, pero que nos recuerda que tal día como hoy, pero en 1712, abría al público la Real Librería, promovida por Felipe V con la idea (lógicamente ilustrada) de «renovar la erudición histórica y sacar al aire las verdaderas raíces de la nación y de la monarquía españolas», en palabras de Manuel Carrión en su La Biblioteca Nacional (1996), según fuente consultada en la página de la BNE de la Wikipedia.

En un primer momento nutrida de colecciones privadas de los reyes de España, como Felipe II, Felipe IV y el propio Felipe V, poco a poco fue ampliándose la colección de manuscritos con libros u otros ejemplares confiscados a los partidarios del archiduque Carlos de Austria cuando este perdió la Guerra de Sucesión (1701-1715).

En 1836, la Biblioteca, abierta ya más de un siglo a todos los estudiosos, pasa a ser denominada Nacional y, con la desamortización de Mendizábal, todos los fondos de la mayoría de conventos e instituciones religiosas pasan a formar parte del catálogo de la Biblioteca Nacional. Podría deducirse de estas últimas líneas que buena parte del catálogo ha entrado a la fuerza; por supuesto que no. Como todos saben, cualquier libro que se imprimía y se imprime en España se envía a la BNE, donde millones de ejemplares dan fe de una larguísima tradición cultural que recoge muestras de varios siglos y de cientos de materias. Y, obviamente, no solo en forma de libro.

Todo lo anterior (a lo que sumaríamos la creación de la Biblioteca Digital Hispánica en 2006, bajo la dirección de Rosa Regàs) nos sitúa ante una inabarcable fuente de conocimiento, refugio necesario para eruditos y estudiosos y, desde el 13 de diciembre de 2011 hasta el 15 de abril de este año, reclamo también para curiosos. Y es que, dentro de los actos de este tercer centenario de la Biblioteca Nacional, es posible ver una pequeñísima muestra de todas las maravillas que esconden sus muros.

Además, fruto de que las nuevas tecnologías pueden acoplarse a cualquier aspecto de nuestras vidas, la BNE presentó también una aplicación móvil para todos aquellos que no pudieran acercarse hasta la sede de la Biblioteca, en el madrileño Paseo de Recoletos. Como afirma la introducción de la aplicación para dispositivos con Apple o Android:
La institución cultural más antigua del país abre sus puertas a todos los ciudadanos, pone a disposición del públicos sus principales joyas. [...] La BNE sale al encuentro con el ciudadano, le conduce a través de la escritura, el arte y la ciencia a otros momentos pasados y futuros. La BNE es tuya es el eslogan con el que la Biblioteca quiere dejar claro que no hay barreras, que es un lugar para todos, que siempre se ha ido adaptando a los cambios, a una sociedad en continua renovación y a los nuevos tiempos.
Hoy es la Biblioteca 2.0, volcada con la digitalización masiva de sus fondos, en la innovación, en las tecnologías digitales y las redes sociales; en la vanguardia de los canales de información, pero sin olvidar el peso de 300 años como guardián de las palabras, las imágenes y los sonidos, donde se conserva el saber y se difunde el conocimiento.
A partir de ahí, una selección de cincuenta piezas, donde encontramos manuscritos autógrafos de Leonardo da Vinci (del siglo XV), un breviario de Isabel la Católica (también del XV), las Cantigas de Santa Maria de Alfonso X (del siglo XIII), el mapa geográfico de América Meridional de Juan de la Cruz Cano (de 1775), originales de Velázquez o Goya, grabados de Rembrandt, el incunable de Los doce trabajos de Hércules del marqués de Villena (de 1483), Obras de música para tecla, arpa y vihuela de Antonio de Cabezón (de finales del siglo XVI), un diario personal y autógrafo de Miguel de Unamuno, o cartas mecanografiadas y firmadas por Federico García Lorca.

Para ver la colección completa no queda otra que acercarse hasta la capital de España (o pasarse por la exposición virtual, claro está). Aún hay tiempo, hasta el 15 de abril, para admirar estas joyas y obras de arte (y, por qué no, compaginarlas con alguna que otra visita al Museo del Prado o al Reina Sofía). Luego volverán al silencioso anonimato que se esconde tras los muros de la Biblioteca Nacional.