Iba a empezar esta entrada del blog diciendo: «en un mundo cada vez más globalizado...».
Eso es falso.
El mundo ya está globalizado, lleva globalizado mucho tiempo y seguirá estándolo. Nos guste o no, lo querramos más o menos. Hemos entrado de cabeza en la sociedad de la información (al menos en este Primer Mundo), vivimos dominados por lo que se mueve a nuestro alrededor y queremos acceder a todos los contenidos desde cualquier espacio y gracias a cualquier plataforma. Ese es el verdadero triunfo de redes sociales como Facebook o Twitter, o de aplicaciones móviles (para iPhone o Android) que nos permiten adquirir cualquier cosa desde cualquier lugar.
Es el planeta 2.0. Siendo adolescente me maravillaba con ese invento llamado Internet que permitía visitar páginas web o chatear con personas de otros países (el IRC en su pleno apogeo). La velocidad de navegación haría desesperar a cualquiera actualmente, incluso desde un teléfono móvil... Pero todavía éramos pasivos delante del ordenador. Nuestra única misión era escribir direcciones o encontrarlas mediante buscadores (Altavista era entonces el más recomendado).
Poco a poco nos fuimos adentrando en una nueva etapa: la Web 2.0, donde la interacción se hizo realidad. Redes sociales ante todo, pero también blogs, la aparición de las wikis, etc. Aquí ya no se trata de información (más o menos contrastada) que se cuelga en el ciberespacio para que alguien aterrice sobre ella. Ahora todo se basa en que los usuarios interrelacionen, de que la información fluya, de que el conocimiento (ya por fin) no ocupe lugar.
Esa evolución a la Web 2.0 también se ha dado a todos los niveles. Incluso el de la escritura. La escritura como tal, de papel y cartón, de libros colocados en las estanterías (algunos ya sobre otros o delante de otros, por problemas de espacio), siempre estará ahí, nunca se agotará. Sin embargo, es innegable que la aparición de soportes electrónicos (eBooks, tabletas...) o incluso la posibilidad de colocar nuestras obras en páginas webs o blogs personales, está llevando el mundo de la escritura a un nuevo nivel. Desde hace tiempo. Ahora bien: que eso está permitiendo la afloración de mucha literatura de baja calidad, por supuesto. Pero, al mismo tiempo, también nos obliga a ser más críticos.
Al igual que todo lo que aparece en la Wikipedia no puede ser considerado como verdadero o de carácter enciclopédico (puesto que son sus mismos usuarios registrados quienes añaden o modifican entradas con plena libertad), toda la literatura vertida en Internet no puede entrar por la puerta grande en la Historia de la Literatura. Lo que no quita que exista mucha literatura de gran calidad, claro está. Y para muestra un botón, como suele decirse; o en este caso, dos: los blogs de dos amigos, Claudio Rizo y Juan Gabriel Olivares, dos ejemplos de escritura 2.0 de gran calidad.
Por otro lado, que esté comenzando a triunfar esta otra forma de leer (digitalmente, desde la misma pantalla, en formato PDF, incluso en algunas no destinadas exclusivamente a ello) ha hecho que las ventas de libros hayan descendido. Obvio.
No obstante, las editoriales (muy poco a poco) se están abriendo a las nuevas posibilidades que les ofrece la venta de libros electrónicos, y lo han hecho después de comprobar que muchos autores se han lanzado a vender on-line (y con verdadero éxito en algunos casos) sus obras desde páginas personales o plataformas creadas para tal fin (como Bubok), a unos precios realmente competitivos. Y es que aquí también podríamos hablar del precio de los libros físicos (o del precio de los discos, otro sector, el de la música, que ha vivido una revolución en los últimos tiempos), de cómo se ha encarecido todo desde la entrada del euro (libros que cuestan 25 o 30 euros por los que jamás hubiésemos pagado casi cinco mil pesetas algunos años antes); podríamos hablar de cómo las editoriales grandes solo publican a los superventas y las editoriales pequeñas o medianas tienen que subsistir con las migajas, esperando que una de esas migajas triunfe gracias al boca-oreja o a través de las recomendaciones anónimas (o no tanto) de usuarios de Twitter o Facebook. Podríamos hablar de todo ello, pero sería desviarnos del tema.
Al final, en cualquiera de los casos, lo que prevalece es el autor ante la página en blanco. Una página en blanco que ya ha dejado de lado bolígrafos y plumas para hacer un hueco al cursor parpadeante del Word. Sea como fuere, y a pesar de que algunos todavía empleemos páginas y bolis para empezar una historia o esbozar cualquier anotación, en la escritura, desde tiempos inmemoriales, siempre han estado presentes esos dos protagonistas: el escritor y la página en blanco. Alrededor, todos sus potenciales lectores. Dentro de uno mismo, la idea que se quiere contar.
Y ya sea en las páginas de un libro que quisiéramos líder mundial de ventas (más lo deseará la editorial...) o en el espacio que nos permitamos dentro de nuestro propio blog, la idea (la buena idea) es la mejor arma para enfrentarnos al mito terrorífico de la página ante nosotros.
¿Qué futuro nos espera? Ya se habla de la Web 3.0, más como una utopía no muy lejana que como una realidad, con presencia importante de tecnología artificial o la plena implantación del 3D, pero... ¿podemos hablar también de una Escritura 3.0? ¿Cómo se podría implementar esa evolución de Internet al concepto a la escritura? Quizá aún sea pronto, sobre todo cuando, como quien dice, todavía muchos desconfían de la Escritura 2.0.
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