domingo, 19 de mayo de 2013

Hakuna Matata

Esta semana, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) nos sorprendía con un informe en el que, poco más o menos, nos recomendaba la ingesta de insectos. En el informe (que ya puede leerse en la web de la FAO), titulado «Los bosques para una mejor nutrición y seguridad alimentaria», elaborado por Eva Müller y presentado en Roma, es cierto que se insta a proteger los bosques (¡perfecto!), pero porque en ellos habitan cientos de especies de insectos que son parte de la alimentación básica en más de una cincuentena de países (¿cómo!).

Rebobinemos. ¿Eso quiere decir que, en vez de intentar fomentar una economía sostenible de mercado, en vez de tratar que ganaderos y agricultores ganen lo que tienen que ganar por su producto, en vez de impedir que los intermediarios hinchen los precios en perjuicio del consumidor, quieren que cambiemos nuestras costumbres culturales de la noche a la mañana? Pues no, o quiero creer que no, pero el informe habla claro, hasta con un soplo de lirismo: «los gusanos son una fuente excelente de nutrientes». Su contenido en proteínas y grasas es más alto que en la carne o en el pescado y aporta más energía por unidad. Y, oye, que 100 gramos de insectos cocidos proporcionan más del 100 % de las necesidades diarias de vitaminas y minerales.

Por si eso no rayara ya el esperpento, la introducción del estudio, donde la FAO directamente baja los párpados y los brazos y se encoge de hombros, es desoladora. Una muestra: «925 millones de personas padecen inseguridad alimentaria» (¡un sexto de la población mundial!). Y creciendo. Está claro que no cumplimos ni de chiripa los Objetivos de Desarrollo del Milenio marcados en septiembre de 2010 (entonces ya había crisis…), cuando nos propusimos (sí, en plural, con nuestros gobiernos a la cabeza) reducir a la mitad la proporción de personas que sufren hambre para el año 2015. Ya ven, 2015; a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la FAO pretende que nos nutramos de insectos.

Cuando en diciembre de 2008 estuve en los campamentos saharauis de Tinduf repartiendo placas solares a las familias de allí ya les decíamos que en Europa, Estados Unidos y cualquier otro lugar del autodenominado Primer Mundo estaba empezando una crisis atroz que se adivinaba muy larga. Estaba claro que los primeros en ser olvidados serían ellos: ese Tercer Mundo sufriría las consecuencias inmediatas de que al otro lado del pastel ya no le sobrara bizcocho. ¿Para qué mandar dinero allí, a niños con la barriga hinchada en Somalia, a niñas violadas en la India o a muchachos sin posibilidad de escolarización en Sudamérica? La crisis estaba ahora aquí. Pero piensen algo: si nosotros estamos en crisis, ¿cómo estarán ahora mismo en otros lugares del mundo con muchísima menos suerte que nosotros? Ya quisieran ellos esta crisis nuestra.

Y eso que a nosotros en el Sáhara nos daban de comer pollo asado, fruta, ensalada, cuscús y cabra. Igual era porque no había bosques…

Sin embargo, a la FAO no le preocupa que los ganaderos vendan el kilo de carne al mismo precio que en 1986, no llega a dos euros por kilo. Y tampoco le preocupa que si un kilo de naranjas cuesta ochenta céntimos, únicamente nueve vayan a parar al agricultor. La FAO prefiere decirnos que ya hay 1.900 especies de insectos que se consumen en el mundo: escarabajos, orugas, abejas, avispas, hormigas, saltamontes, grillos, langostas… Así que, ya saben: este verano, cuando el calor apriete y el grillo cante, prepárense una buena tortilla aderezada con crujiente natural. ¿Y qué me dicen de esas cucarachas voladoras que, de repente, aterrizan en el alféizar de la ventana de la cocina? Directas a la sartén. Es el bufé libre de la Madre Naturaleza. Sírvanse.


Porque, quizá, tampoco es tan descabellado. Piensen que, hasta no hace mucho, y salvo aventureros intrépidos, nadie había probado el sushi. Y ahora hay restaurantes japoneses por doquier. Tal vez dentro de diez años estemos pidiendo una ensalada de hojas tiernas de morera con gusanos de seda regada con vinagre balsámico. Y de primero escarabajo titán con guarnición de avispas salteadas. Una delicia. Si hasta Simba, el rey león, pudo acostumbrarse, ¿qué no podemos hacer nosotros? Ya saben: Hakuna Matata. Y bon appétit.

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