martes, 10 de mayo de 2011

Amor de pasillo

Durante estos días se puede ver en televisión un anuncio de Trivago, una web que compara precios de hoteles. La empresa (salvando algunas publicidades de infausto recuerdo) presenta, generalmente, buenas campañas. La última, a la que me refiero, es esta.



En el anuncio, dos almas, a la vista distintas (al menos exteriormente o en la forma de vestir), terminan encontrándose en el ascensor. Sus sonrisas dejan abierto cualquier desenlace. Las miradas previas, también.

Son amores de pasillo de hotel, personas solitarias a las que les toca vivir algún tiempo inmersos en esas impersonales habitaciones con vistas a un aparcamiento o una ciudad igual de impersonal. En el anuncio, ese hotel parece estar vacío, pero quizá sea el reflejo del alma de los dos protagonistas.

En una película que me encanta pasa algo parecido; solamente que el hotel no está vacío ni mucho menos, sino lleno de voces en otro idioma. La película, como algunos ya habrán adivinado, es Lost in translation, dirigida por Sofia Coppola y genialmente protagonizada por Bill Murray y Scarlett Johansson.



En la historia, dos seres perdidos, sin rumbo y en constante conflicto personal, terminan por encontrarse. Como en la Rayuela de Julio Cortázar, parece que Bob Harris le susurre a Charlotte: «andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos».

El final de Lost in translation es casi mágico, fugaz a la par que minimalista.

Véanla.

También existe la sonrisa. Una sonrisa que aquí es símbolo del fin y en el anuncio de Trivago podría significar un principio.

Muchas de las relaciones empiezan o acaban con una sonrisa. Tal vez con un beso. Quizá un abrazo. Posiblemente la mezcla de las tres. Pero hay que reconocer que la magia de los hoteles nunca se ha perdido: funciona en cine, funciona en publicidad. Es la magia de lo que nos espera al otro lado de la puerta de al lado (como cantaban Los Rodríguez en una de sus últimas canciones), más allá de la pared de nuestra habitación.

Uno no ha tenido que pasar ninguna temporada larga en ningún hotel, pero me pareció un buen relato concentrado en treinta segundos de anuncio. Un buen guión. Una buena historia. Las que alguno de ustedes hiciera realidad en la intimidad de los hoteles que hayan visitado es, eso mismo, otra historia...

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