sábado, 10 de septiembre de 2011

No era Rebeca, pero vestía una rebeca

Tengo dos ediciones de la novela Rebeca, publicada por Daphne du Maurier en 1938: la versión original inglesa, en una edición de febrero de 1971 de Avon Books (Nueva York) y la traducción que Fernando Calleja hizo, también ese año, para la editorial barcelonesa Plaza & Janés, en reimpresión de marzo de 1999.
Un gran libro. La primera frase («Anoche soñé que había vuelto a Manderley») es sublime, evocadora, principio de un párrafo mágico y un capítulo introductorio que, a pesar de la ensoñación, nos mete perfectamente en la trama de la obra.

Así comienza también la adaptación cinematográfica que Alfred Hitchcock dirigió en 1940, con Laurence Olivier en el papel de Maxim de Winter y Joan Fontaine en el de la joven tímida y encantadora que habría de convertirse en la siguiente señora de Winter, después de que la primera (la Rebeca del título) muriera.



En el libro, y también en la película, nunca conocemos el verdadero nombre de la protagonista. De hecho es ella, la narradora, la que en su obsesión por querer adaptarse a esa nueva vida en la mansión Manderley, en su deseo de caerle bien a la siniestra ama de llaves señora Danvers (magistral Judith Anderson), va obligando al lector a identificarla con la desaparecida Rebeca de Winter.

Alfred Hithcock hizo una versión muy digna de la novela de du Maurier, película que fue nominada a once premios Óscar (entre ellos, los de mejor director, mejor actor y actriz principales, mejor actriz de reparto, mejor guión adaptado y mejor banda sonora original), consiguiendo finalmente dos: mejor película y mejor fotografía en blanco y negro. Sobre esto hay que decir que en aquella ceremonia de entrega de los Óscar, celebrada la noche del 27 de febrero de 1941, se presentaban, entre otras obras maestras del cine americano, las películas El ladrón de Bagdad, El gran dictador, Pinocho, Las uvas de la ira o Historias de Filadelfia... Como se puede ver, difícil decidirse.

La palabra rebeca referida a una prenda de vestir comenzó a ser utilizada a raíz del estreno, y gran éxito, de la película en España, ya que la protagonista femenina, Joan Fontaine, usaba ese tipo de jersey con botones en la parte delantera.




La RAE esperó más de cuarenta años y algunas ediciones de su Diccionario antes de incluir la palabra, por primera vez, en 1984:


Y así se ha mantenido hasta la actual edición del Diccionario, la vigésimo segunda, con la pequeña y para nada importante modificación de «exhibía prendas» por «usaba prendas».

Aquí tenemos una palabra que nos ha venido heredada del cine, con una etimología que viene del título de una película y nace de esa confusión que lector y espectador sufrimos al relacionar la fallecida Rebeca con la nueva señora de Winter.

Un sinónimo para rebeca sería cárdigan, palabra también de corto recorrido en el Diccionario de la Real Academia. Solo ha aparecido en las dos últimas ediciones. La última definición dice:




Curiosa etimología también la de esta palabra. Al igual que sándwich (voz relativamente reciente en la RAE que viene de John Montagu,1718-1792, cuarto conde de Sandwich), cárdigan también viene de un título nobiliario. En este caso, referido a James Thomas Brudenell (y no «Brunnell» como pone el DRAE), séptimo duque de Cardigan.

Sobre esta palabra, una puntualización referente al plural. No varía. Es decir, no podemos decir los cárdiganes*, los cardiganes* ni los cárdigans*. Lo correcto es los cárdigan, ya que en español no existen los sustantivos sobresdrújulos. Del mismo modo, tal y como nos indica el Diccionario panhispánico de dudas, los plurales de polisíndeton, cáterin trávelin tampoco varían. Una excepción sería el plural de hipérbaton que, siendo esdrújula, hace el plural en hipérbatos.

Y es que, en ocasiones, la etimología de nuestras palabras refleja orígenes muy distintos a los conocidos; esto es, que vengan del latín, del griego, del árabe o de otras lenguas con las que alguna vez el español haya tenido contacto.

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