domingo, 4 de diciembre de 2011

Discursos motivadores para un mundo en crisis

Hace algo más de un año hablaba en este mismo blog sobre la película Un pez gordo, dirigida en 1999 por John Swanbeck y protagonizada por Kevin Spacey, Danny DeVito y Peter Facinelli. Aquí tienen el enlace a esa entrada.

Terminaba esa ocasión poniendo el vídeo con el epílogo de la película (aunque con otras imágenes y musicado), un monólogo que ha venido pasándose de boca en boca, de correo electrónico en correo electrónico, durante los últimos años, un monólogo que comienza con un claro «Disfruta de la fuerza y belleza de tu juventud». Al más puro estilo del tópico aquel del carpe diem. De nuevo, como hice hace algo más de un año, les pongo el vídeo con la narración de ese gran monólogo con las instrucciones para una vida plena y completa:



Últimamente he recordado otros monólogos, como ese fabuloso de la fabulosa El curioso caso de Benjamin Button.




Esta hermosa película, dirigida en 2008 por David Fincher (responsable también de Se7en o El club de la lucha) y basada en un relato de Scott Fitzgerald, está protagonizada por Brad Pitt en el papel de Benjamin Button, un hombre que nació con la apariencia y las limitaciones de un anciano y que, año tras año, va creciendo y volviéndose joven, hasta morir siendo un bebé. Una vida al contrario, una vida marcha atrás.


La película no tiene desperdicio, de esas que se degustan lentamente y se recuerdan mucho tiempo después. Esto es lo que nos recomienda Benjamin Button:
Nunca es demasiado tarde, o en mi caso demasiado pronto, para ser quien quieras ser. No hay límite en el tiempo, empieza cuando quieras. Puedes cambiar o no hacerlo; no hay normas al respecto. De todo podermos sacar una lectura positiva o negativa, espero que tú saques la positiva. Espero que veas cosas que te sorprendan. Espero que sientas cosas que nunca hayas sentido. Espero que conozcas a personas con otro punto de vista. Espero que vivas una vida de la que te sientas orgullosa. Y si ves que no es así, espero que tengas la fortaleza para empezar de nuevo.
Las imágenes que acompañan el texto son bellísimas. El protagonista marcha a la India, al igual que en la novela autobiográfica Come, reza, ama, de Elizabeth Gilbert (de la cual ya hablaré en próximas entradas).


Hermosas palabras las de esa carta: «Espero que tengas la fortaleza para empezar de nuevo». Como Nick Vuijic, el joven que nació sin piernas ni brazos y ni por esas se rindió jamás, la vida nos obliga a levantarnos cuando todo se derrumba a nuestro alrededor; y si no conseguimos levantarnos, si todo parece tan difícil e imposible que nos hunde el optimismo y pretende reducir nuestras expectativas de futuro, la única manera de encontrar esa fortaleza es mirando dentro de nosotros mismos. Porque somos nosotros los únicos que tenemos la capacidad de ser felices. Si somos felices, encontraremos la manera de sonreír ante cualquier dificultad. Si somos felices por nosotros mismos, sabremos encontrar la forma de rodearnos de felicidad y enviar alegría a cualquier costado.


Y si no lo logramos, si desfallecemos, quizá tengamos que recordar la historia de esos marcianos que vinieron a la Tierra a intentar comunicarse con nosotros. Esto es lo que les puse un día a mis alumnos, antes de comenzar los exámenes de la primera evaluación.




Si fallamos solo tenemos que intentarlo una vez más, pero con más fuerza. Es más o menos la misma idea, ¿no creen? Todos esos vídeos nos hablan de lo mismo: nosotros tenemos la capacidad de decidir cómo queremos afrontar la vida. Así que afrontémosla con optimismo.


El último discurso motivador que he escuchado ha sido en boca del actor Paco León, durante la entrega de los Premios Ondas 2011. Un discurso que inyecta energía a raudales y que, a pesar de estar dirigido al sector del periodismo y la interpretación, todos deberíamos adoptarlo en cada una de nuestra facetas.




Ahora bien, el hecho de que haya tantos discursos motivadores últimamente nos tendría que llamar la atención, ¿no? Si hacen falta tantos discursos, tantos seminarios de reparto de optimismo, tantos fines de semana de meditación, ¿no será que vivimos inmersos en las prisas, el miedo, la infelicidad constante? Occidente sufre una profunda crisis, económica y financiera, en primer lugar, pero de valores y sistémica cuando rascamos un poco la superficie.  El miedo a lo que vendrá, a cómo será la sociedad en la que habiten nuestros nietos, siempre ha existido, desde la Edad Media hasta hoy.


La única forma de dejarles un mundo mejor a las generaciones del mañana es hacer de este mundo, hoy mismo, un mundo mejor. Y eso depende de nosotros. Sin mirar a otro lado. Sin descargar la responsabilidad en los mercados, la crisis o la sociedad consumista. Nuestra felicidad depende de nosotros mismos y es responsabilidad nuestra legar esa felicidad al futuro. Así que manos a la obra.

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