viernes, 23 de diciembre de 2011

¿Jurar o prometer?

Desde el martes 20 de diciembre, España tiene un nuevo Presidente del Gobierno: Mariano Rajoy Brey. Elegido en las urnas por apenas el 30% del censo, las carambolas (y carencias) de la ley electoral lo alzaron con una mayoría aplastante de 186 diputados. Esos hombres y esas mujeres fueron quienes lo designaron Presidente para los próximos cuatros años.


Al día siguiente, miércoles 21, Mariano Rajoy acudía al Palacio de la Zarzuela para tomar posesión delante de los Reyes de España.


Foto: Agencia EFE


Lo hizo con la mano derecha en la Constitución, la izquierda sobre la Biblia y ante un crucifijo. Son las cosas que tiene vivir en un estado aconfesional. De nuevo, el Presidente de todos los españoles haciendo guiños a la Iglesia Católica, amparado por otra parte en esa ambivalencia del texto de nuestra Carta Magna. Y es que Mariano Rajoy es el Presidente de todos los españoles: los que son católicos, los que son musulmanes, los que son budistas, los que son hinduistas, los que no quieren ser nada, los que respetan cualquier pensamiento y creencia, etcétera.


Pero nuestra Constitución... Ya he hablado muchas veces en este mismo blog de la necesidad de modificar ciertos artículos cuya ambigüedad y mal redacción lleva décadas produciendo roces.


También debemos tener en cuenta el hecho de que el Presidente jurara su cargo en vez de prometerlo. La misma RAE, en su primera acepción, ya nos indica ese matiz:




«Afirmar o negar algo, poniendo por testigo a Dios». Demasiado para un Presidente, ¿no creen? ¿No es la Constitución Española el máximo orden jurídico español? ¿No estamos todos los españoles sujetos a ella desde diciembre de 1978? Y cuando digo «todos los españoles» estoy pensando en todos los miles de ciudadanos patrios que se sintieron molestos con la presencia de un símbolo anacrónico con la actual corriente de pensamiento global.


No deberíamos mezclar a Dios (en este caso particular el Dios católico ajusticiado en la cruz) en los asuntos de Estado, puesto que las creencias son parte (o tendrían que serlo, al menos) de la esfera privada de la persona.


Por el contrario, la última edición del Diccionario de la Real Académica define prometer de esta manera:




La misma definición lo deja claro: lingüísticamente hablando es más correcto prometer un cargo que jurarlo, ya que prometiendo estamos obligándonos a llevarlo a cabo y jurando únicamente afirmamos que lo haremos, sin nada más. Poniendo por testigo a Dios, de acuerdo, pero nada más.


Y, como ya he dicho, ser Presidente del Gobierno no es un cargo en el que luego haya que rendirle cuentas al Altísimo, sino a todos los españoles, aunque sea a ese exiguo 30% del censo que te ha votado. Porque dentro de ese 30% seguro que hay católicos, pero también habrá personas que se consideren aconfesionales; constitucionalmente aconfesionales, claro está.

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