lunes, 15 de noviembre de 2010

Un pez gordo

El pez gordo (The big kahuna en su título original) es una de esas películas que se estrenan, pasan sin pena ni gloria por las taquillas y las tiendas de alquiler y luego reaparecen en el abismo cultural de una generación. No puedo dejar de nombrar como paradigma de estos casos a la brillante El club de la lucha, que nadie fue a ver al cine pero que ya ha pasado a formar parte de la cultura popular e ideológica.

Dirigida en 1999 por John Swanbeck y protagonizada por Kevin Spacey, Danny DeVito y Peter Facinelli, El pez gordo está basada en la obra de teatro homónima de Roger Rueff, quien también firmó el guión. Actualmente se puede encontrar en español la pieza, editada desde hace pocos años por Ediciones Irreverentes, e incluso creo que rueda por nuestro país una compañía que la está llevando a escena.

Es la historia de tres puntos de vista distintos, tres maneras de ver la vida, tres formas de acercarse a la realidad desde filosofías contrarias, aunque no por ello no complementarias.

Phil (DeVito), Larry (Spacey) y Bob (Facinelli) son tres vendedores de una empresa de aceites lubricantes, que se adivina en crisis, que han alquilado la suite de un hotel en Wichita (Kansas) para organizar una fiesta en la que esperan que acuda un tal Dick Fuler, un verdadero «pez gordo» de las finanzas que debe salvar la empresa y las vidas de los tres personajes, sobre todo de Phil y Larry, más veteranos, pero también de Bob, lo que podría significar un espléndido inicio en su carrera comercial.

Como en muchas otras películas basadas en obras de teatro (me vienen ahora la cabeza La soga y Crímenes perfectos, ambas de Alfred Hitchcock), está genialmente plasmada y más parece el visionado desde una butaca en un palco que desde el sofá de nuestras casas. Salvo unos breves instantes, en ningún momento se rompe la unidad de lugar.

La película es intensa, con un denso guión que no da tregua al mínimo despiste, lleno de diálogos y frases geniales. Tres personas sobre el escenario, tres hombres en la misma habitación, pero formas diferentes de ver el mundo.

Bob es un hombre de fe, y sus principios están basados en esa fe. Es el más joven del grupo, y considera necesario hablar de Dios y de la Biblia por encima de otras cuestiones comerciales. Larry está en busca de su fe y, por ello, entra en numerosas contradicciones en cuanto a cuestiones de religión, amistad o ideologías. En cuanto a Phil, el más mayor de los tres, es un hombre que ha vivido los escollos del camino, tras el fracaso de su matrimonio y algunos problemas con el alcohol. Parece que ahora está reconciliándose con una fe perdida en la juventud.

Totalmente recomendable para una sesión de cine-fórum (¿todavía seguirán existiendo?). Lo que más llama la atención, sin embargo, es su epílogo. Aquí os lo dejo.



Es un monólogo repetido hasta la saciedad en correos y reenvíos varios, en Power Points y vídeos con fondos de paisajes y cascadas al atardecer. Dice así:

Disfruta de la fuerza y belleza de tu juventud.
No me hagas caso: nunca entenderás la fuerza y belleza de tu juventud hasta que se hayan marchitado. Pero, créeme, dentro de 20 años cuando, mirando fotos, te veas a ti mismo, verás como no puedes ver ahora cuántas posibilidades tenías ante ti y lo guapo que eras en realidad. No estás tan gordo como te imaginas.
No te preocupes por el futuro. O preocúpate, pero sabiendo que hacerlo es tan efectivo como intentar resolver una ecuación de álgebra masticando chicle. Es probable que los problemas más serios que te surjan en la vida sean cosas que ni se te pasaron por la cabeza, de esas que te sorprenden un martes cualquiera a las cuatro de la tarde.
Todos los días haz algo que te dé miedo.
Canta.
No juegues con los corazones de los demás. No aguantes que la gente juegue con el tuyo.
Cepíllate los dientes.
No pierdas el tiempo sintiendo celos. Unas veces irás ganando y otras perdiendo. La carrera es larga y al final solo compites contra ti mismo.
Recuerda los elogios que recibas; olvida los insultos. Y, si lo consigues, dime cómo.
Conserva las viejas cartas de amor, tira los recibos viejos del banco.
Yérguete.
No te sientas culpable si no sabes qué quieres hacer con tu vida. Las personas más interesantes que conozco no sabían lo que querían hacer con su vida a los 22 años. Algunas de las personas más interesantes que conozco tampoco lo saben a los 40.
Toma mucho calcio. Trata bien a tus rodillas, las echarás de menos cuando te fallen.
Quizá te cases, quizá no. Quizá tengas hijos, quizá no. Quizá te divorcies a los cuarenta. Quizá bailes el rock en tus bodas de platino. Hagas lo que hagas no te congratules demasiado. Ni tampoco te censures. Siempre has optado por una cosa u otra como el resto del mundo.
Disfruta de tu cuerpo. Úsalo de todas las maneras que puedas. No le tengas miedo ni te preocupe qué piensen los demás; es el mejor instrumento que tendrás jamás.
Baila. Aunque tengas que hacerlo en el salón de tu casa.
Lee las instrucciones aunque no las sigas.
No leas revistas de belleza, solo harán que te sientas feo.
Conoce a tus padres. Nunca sabes cuándo se irán para siempre. Sé bueno con tus hermanos. Son el mejor vínculo con tu pasado y los que probablemente seguirán contigo en el futuro.
Entiende que los amigos vienen y se van pero que hay unos escogidos que debes conservar. Esfuérzate en no desvincularte de ciertos lugares y costumbres porque, cuanto más mayor te hagas, más necesitarás a las personas que conociste cuando eras joven.
Vive en Nueva York alguna vez, pero vete antes de endurecerte. Vive en el norte de California alguna vez, pero vete antes de ablandarte.
Viaja.
No te hagas demasiadas cosas en el pelo o cuando tengas 40 años parecerá el de alguien de 85.
Ten cuidado con los consejos que compras y ten paciencia con quienes te los vendan. Los consejos son una forma de nostalgia. Ofrecerlos es una manera de rescatar el pasado del vertedero, sanearlo, pintar las partes feas y reciclarlo, dándoles más valor del que tienen, pero créeme en lo del protector solar.
Precioso. La letra es de la periodista norteamericana Mary Schmich, y el texto está escrito como un discurso leído durante el final de un curso académico. Después se empleó como epílogo de la película que nos ocupa, El pez gordo, aunque quizá todos deberíamos colgar esos consejos en algún lugar visible de nuestras casas (o nuestras vidas).

En cualquier caso, son unas palabras hermosas de automotivación y superación, la mejor forma de empezar la semana y continuarla.

Como posdata, os dejo el vídeo con ese mismo texto, pero rapeado y con imágenes acompañando a las palabras.

 


Y ya sabéis: disfrutad. Disfrutad siempre. Sed vuestros propios peces gordos.

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