domingo, 10 de abril de 2011

Una ética sin estética

Ya he hablado en alguna ocasión de esa maravillosa obrita de Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres. En ella, el filósofo formula el imperativo categórico, con tres puntos esenciales:

1. Obra solo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal.
2. Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio.
3. Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines.

Esto lo podríamos trasladar a la esfera política.

El imperativo categórico kantiano no se cumple en el Partido Popular, en ninguno de los tres postulados. Sin ánimo de generalizar, claro está. Pero lo cierto es que, de hecho, muchos de los que firmaron aquel manifiesto anticorrupción (un documento más de cara a la galería que otra cosa) ponen en duda la transparencia y honradez en sus movimientos políticos. Incluso, desde las mismas filas, síntoma de una diáspora popular más que evidente, ya se alzan voces críticas contra la total permisibilidad y tolerancia de la corrupción en el ejercicio de lo público de la cual hace gala Mariano Rajoy.

Hoy, en el diario El País, hay un reportaje sobre la corrupción presente en las candidaturas a las próximas municipales y autonómicas. No se salva ninguno de los partidos mayoritarios (ni siquiera Izquierda Unida).

Dice El País que «los dos partidos mayoritarios [...] —y, en menor medida, otros partidos— llevarán previsiblemente imputados en sus listas el 22 de mayo. Mientras el PP incluirá a imputados e implicados en algunos de los más graves casos de corrupción —Gürtel y Brugal—, los imputados del PSOE lo son fundamentalmente por casos menores de pequeñas y medianas localidades», y en general por denuncias del partido conservador y no por la Fiscalía Anticorrupción.

«El País ha hecho un rastreo de las candidaturas en siete comunidades autónomas —las que reúnen la mayor parte de las corruptelas que investigan los tribunales y que más escándalo han desencadenado—, señalando solo las causas judiciales relacionadas con corrupción, prevaricación urbanística y delitos contra la ordenación del territorio en los que se puede suponer algún tipo de trato de favor o tráfico de influencias. Si se tienen en cuenta otros delitos, el resultado es que más de 80 candidatos —más del 50% del PP y cerca del 35% del PSOE— están implicados en casos que investiga la justicia. Con todas las comunidades, superan el centenar. Algunos son de gran dimensión, como la red Gürtel; otros tienen que ver con cuestiones aparentemente menores. Pero todos afectan al ejercicio público del poder».

Han leído bien. Más de la mitad de los candidatos del Partido Popular están implicados en casos de corrupción.

En lo que nos atañe, en nuestra Comunitat Valenciana, el Partido Popular presenta una candidatura plagada de imputados. El primero Francisco Camps, «imputado por recibir presuntamente trajes gratis de un empresario —Álvaro Pérez, El Bigotes— al que el Gobierno valenciano adjudicó decenas de contratos a dedo. Mariano Rajoy ha confirmado esta semana que aunque Camps vaya a juicio durante la campaña seguirá siendo el cabeza de lista».

No es el único. Con Camps «irán otros implicados en el caso (en el que se investiga también la presunta financiación ilegal del PP): Ricardo Costa, ex secretario general del PP valenciano; Vicente Rambla, vicepresidente primero del Gobierno; Milagrosa Martínez, presidenta del Parlamento regional; el diputado David Serra, y la tesorera del partido, Yolanda García».

Un suma y sigue. No les cansaré.

Todo ello demuestra que a esa supuesta ética contra la corrupción no le sigue una estética clara y demostrable. Solamente unos cuantos de entre las filas populares han dado la voz de alarma. Su foto venía en la portada del diario Información.


Ellos son los que no quieren que, en lo que nos atañe a Novelda ahora, la actual Presidenta de Les Corts, doña Milagrosa Martínez, figure en sus listas. En sus propias listas. Y si ellos no la quieren, ¿nosotros nos la merecemos?

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