viernes, 5 de agosto de 2011

Rosencrantz y Guildenstern han muerto

William Shakespeare compuso Hamlet entre 1599 y 1601, aunque, como suele suceder en esta época y sobre todo con el género dramático, la fecha exacta de composición es difícil de delimitar. En todo caso, y como asegura José María Valverde en la introducción a la obra en la edición de Planeta de 1999,
es en 1602 cuando se registra y cuando consta que se representa en más de una ocasión; entre las posteriores representaciones, aparte de una triunfal gira por provincias, con ocasión de una peste en Londres (1603), destaca la noticia de una puesta en escena a bordo de un barco rumbo a la India, en 1607.
En 1603 se publica la obra, algo no demasiado frecuente entre las piezas shakesperianas, lo que sin duda evidencia el éxito que tuvo, éxito no secundado por todos (sin ir más lejos, T.S. Elliot la consideró un «fracaso artístico»). Y es que, a pesar de que Hamlet no sea una de las mejores obras del autor inglés, sin duda alguna es (junto a Romeo y Julieta, El sueño de una noche de verano o Mucho ruido y pocas nueces) una de las más célebres y representadas. Así, el famoso monólogo del tercer acto, escena primera, es quizá una de las líneas dramáticas mejor conocidas del teatro universal: «Ser, o no ser; esta es la cuestión».

El argumento de la obra es sencillo: el Rey Hamlet de Dinamarca, aparecido en forma de espectro tras su muerte, le dice a su hijo Hamlet que fue asesinado por su hermano Claudio para usurparle el poder. En efecto, Claudio es ahora el nuevo Rey, tío-padrastro de Hamlet al casarse con la madre de este, la Reina Gertrudis. Movido por la venganza que le infunde el espectro de su padre asesinado, Hamlet trama un plan en el que, fingiendo su propia locura, tratará de que su tío pague con su sangre el fratricidio del legítimo Rey.

En el segundo acto, llamados por el Rey Claudio y la Reina Gertrudis, aparecen dos personajes secundarios: Rosencrantz y Guildenstern, quienes son presentados como amigos de la infancia de Hamlet. Estos dos singulares personajes tienen la difícil misión de descubrir qué aflige al príncipe, pero este, que algo sospecha, no se deja sorprender e inicia una serie de juegos dialécticos cada vez que entabla conversación con ellos.

Molesto el nuevo Rey por una puesta en escena de unos cómicos llegados a la corte en la que se muestra cómo fue asesinado el padre de Hamlet, aquel manda a Inglaterra a su sobrino-hijo, con la misiva de que al llegar sea ajusticiado. Hamlet descubre la estratagema de su tío-padre y cambia la carta por otra en la que los que tienen que morir son los portadores de la misma, Rosencrantz y Guildenstern, para así poder volver a la corte de Dinamarca y ejecutar la venganza.

Una venganza que acaba en un baño de sangre general.

Simba, Pumba y Timón, o Hamlet,
Rosencrantz y Guildenstern
Muchísimas han sido las adaptaciones de Hamlet, tanto en versiones teatrales (más o menos contemporáneas o fieles al texto o a la época original del texto), como en cinematográficas y televisivas (donde sí ha existido una mayor actualización del tiempo del texto, dejando en algunos casos el lenguaje shakesperiano del original y en otras modernizándolo). Incluso, existe una nueva revisión de la obra en dibujos animados, en la conocida película de Disney El Rey león, y una versión de Hamlet en uno de los capítulos de la serie Los Simpsons (aunque en inglés se puede ver ese fragmento en Youtube).

Pero sin duda, una de las más curiosas (y extraordinarias) es la pieza teatral de Tom Stoppard titulada Rosencrantz y Guildenstern han muerto, frase textual de la obra de Shakespeare, ya al final de la misma, en boca del personaje del Embajador Primero.

La obra de teatro de Stoppard, una muestra perfecta de teatro dentro del teatro, o metateatro, con esa confusión latente entre realidad y ficción, se centra en estos dos personajes secundarios, pero importantísimos para la trama, de Hamlet, iniciándose con su llegada a la corte. La obra es un drama cómico plagado de juegos de palabras y debates filosóficos acerca de la esencia del ser y los problemas de identidad. Aquí les dejo un fragmento, dividido en cuatro vídeos, de la pieza, en un montaje de Agustín Meza para el teatro de la UDLA, la Universidad de Las Américas, en Chile.









Veintitrés años después del estreno, el mismo Stoppard dirigió (y escribió el guión, enriqueciendo su pieza teatral) la versión cinematográfica, con Gary Oldman y Tim Roth en los roles de Rosencrantz y Guildenstern, respectivamente (¿o quizá no...?).

Pero esta película, así como la pieza teatral (pocas veces representada en España), ha pasado desapercibida durante estos veinte años, encontrándose actualmente descatalogada, como descatalogado se encuentra el libro en español con el original en teatro. Otros guiones de Tom Stoppard son más conocidos; sin ir más lejos, el oscarizado Shakespeare in love. Y, al menos para mí, la calidad de una y otra película no han hecho merecer el diferente destino de las cintas.

Sea como fuere, Rosencrantz y Guildenstern han muerto es una de esas películas pequeñas, no comerciales, protagonizadas por grandes actores, que complementan a Shakespeare y acercan al público la figura literaria de Hamlet. Entremezclando pasajes de la pieza original con textos de Stoppard, la película construye el paso por la corte danesa de estos amigos del joven príncipe, basándose, en primer lugar, en esa crisis de identidad que rodea toda la obra y, en segundo lugar, en esos juegos de palabras y de pregunta-respuesta con los que uno y otro, Rosencrantz y Guildenstern, Guildenstern y Rosencrantz, o los dos con Hamlet, intentan sonsacarse información y descubrir algo más de sus personalidades.

Una de esas películas tan difíciles de ver, porque nunca se reponen en televisión, quizá porque no estamos acostumbrados a asistir a esa profunda carga filosófica y literaria. Yo tengo la suerte de tenerla en casa, en VHS, de una colección de obras de William Shakespeare que venía acompañada de una de sus mejores versiones cinematográficas. La suerte fue que en la entrega de Hamlet, en lugar de recurrir a cualquiera de las numerosas versiones para cine, los editores de la colección entregaran la película de Stoppard. Ahora, gracias a las nuevas tecnologías, he logrado pasar ese VHS a un DVD, con lo que he podido revisionar el film, un film que nunca se olvida tras su primer visionado, un film que, si me lo permiten, les recomiendo ver encarecidamente.

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