A esas pobres señales de límite de velocidad de 120 km/h que pueblan nuestras autovías y autopistas les quedan pocos días. Quizá, en su vertical soledad, lo intuyan de alguna manera. Tal vez noten las miradas furtivas que les envían desde los coches los conductores (algunos, seguramente, pasan junto a ellas a más de 120, para darse el último gustito más que nada, como el fumador que apuraba el último cigarro la noche del 1 de enero). Puede que esas señales sientan que tienen los días contados.
El Gobierno ha decidido bajar en diez kilómetros el límite máximo de velocidad. Nos quedaremos en los 110 km/h. Así están también buena parte de estados de los EE.UU. A 115 km/h marchan en el Reino Unido.
La norma nos permitirá ahorrar, según el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE), 2.434 kteps (miles de toneladas) de petróleo. Casi 18 millones de barriles que, al precio actual del crudo, vienen a ser unos 1.400 millones de euros. Además, se reducirán en algunos puntos la siniestraliedad y la emisión de monóxido de carbono y otros gases a la atmósfera. Si a todo esto se añade el hecho, por todos sabido, de que no extraemos el petróleo de Talavera o de Barbastro, parece que la medida, además justificada, era necesaria.
Nuestro petróleo sale, en un 13%, de pozos ubicados en Libia, y supongo que no hace falta explicar cómo están en Libia.
El caso es que la medida de los 110 ya ha causado un tremendo revuelo. En primer lugar, por considerarse un gasto superfluo. No lo es, ya que es muchísimo más lo que nos ahorraremos al consumir menos gasolina (la última vez que puse, la 95 andaba por los 1,32 el litro...) que lo que se gastará en pegatinas para las señales. En segundo lugar, porque algunos sectores del abanico político acusan al Gobierno central de un afán recaudatorio. Todos los que dicen eso son los que se pasarán por la torera el nuevo código, o al menos así lo parece. Puedo imaginarme lo que pensará el dueño del asador de Guadalmina sobre el tema...
Si ahora hay que ir a 110, pues iremos a 110. Hice la prueba el domingo pasado: a 110 km/h, en un recorrido de unos doce o trece kilómetros, tardé lo mismo. Ni más ni menos. Ni por asomo llegué más tarde. Y si lo hice, fue imperceptible la diferencia.
Así que de afán recaudatorio, nada de nada. ¿O es culpa del Alcalde de un municipio el poner más policía local para vigilar que los conductores no estacionemos en un paso de peatones, en un acceso para minusválidos, frente a una boca de incendios o en el vado de un particular? Si la Guardia Civil nos pilla por la autovía hablando por el móvil, ¿la culpa es nuestra o de Zapatero? ¿Se mira por los ciudadanos o se pretende recaudar a base de multas? Quiero pensar que lo primero. Al igual que con esta medida. De 120 a 110 no se nota la diferencia. Y sí apreciaremos que nuestro bolsillo lo agradece. Además de todo ese asunto democrático de que las Leyes están para cumplirlas...
Las que no lo agradecerán tanto serán esas pobres señales de 120, acompañantes pasivas de nuestros viajes, ya para siempre ocultas tras la pátina delgada de una tira de vinilo. Y además, puede que esta iniciativa sea la puerta a la llegada del uso real de energías alternativas. Quién sabe...
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