En mayo de 2003, Aron Ralston, un joven escalador y aventurero norteamericano, quedó atrapado en un cañón de Robers Roost, en Utah. Es decir, en medio de la nada. Si a eso le sumamos que Ralston no era muy dado a las conversaciones y que nadie sabía adónde iba ese fin de semana, la historia se torna en catástrofe.
En una aparatosa caída, el brazo derecho de Aron quedó atrapado por una roca. Calculó que le quedaban unas 127 horas de vida antes de que muriera de hambre. Sin embargo, esos cinco días que restaban era para convencerse de la dura y única decisión que debía tomar: amputarse el brazo y seguir adelante. Esa era la única opción.
El británico Danny Boyle (responsable de Slumdog Millionaire, Trainspotting o 28 días después) estrenó en noviembre de 2010 127 horas, la película que ponía imágenes a la historia real de Ralston.
La fotografía es impresionante y nos muestra la grandiosidad y belleza del paisaje, la soledad del escalador y, ante todo, lo cruel que es cuando se combinan esa belleza de un paraje que esconde sus peligros con la soledad del aventurero intrépido.
Es una película agobiante, ya que la mayor parte ocurre dentro del angosto hueco en el que ha quedado atrapado el protagonista (un James Franco sensacional que suena para los próximos Oscar). Una película semejante a Buried (donde un hombre despertaba dentro de un ataúd, bajo tierra, en medio de ninguna parte), pero que logra un mayor dramatismo y cuyo emocionante final es una prueba de cómo el ser humano es capaz de superarse a sí mismo y afrontar cualquier dificultad.
De hecho, Aron Ralston sigue disfrutando de la montaña, además de efectuar charlas de motivación. Una superación que también ejemplifica a la perfección Nick Vujicic.
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