miércoles, 3 de noviembre de 2010

La creación como profesión

Cuando a uno le preguntan «¿qué eres?» en el sentido de a qué se dedica, en qué trabaja o qué ha estudiado, puede entrar en un conflicto interno complicado donde varios estadios de su mismo Yo pelean por brotar a la superficie y hacerse notar.

Hay personas que no, obviamente. Hay personas que han estudiado la carrera de Matemáticas y se dedican a la investigación o al estudio. Estos son, sin duda alguna, matemáticos. Sin embargo, los licenciados en Matemáticas que dan clases en un instituto, no se llamarían matemáticos sino profesores de Matemáticas. Lo mismo pasa con la Filosofía, la Química o la Arquitectura.

Y otro tanto, aunque bien distinto, ocurre con la Filología, rama en la cual soy licenciado. No soy profesor de Lengua y Literatura Españolas, pero sí he ejercido como corrector y revisor de textos, aunque tampoco me considero corrector o revisor. Supongo que como experto en lingüística española tengo unos conocimientos aprehendidos que me sirven para emitir un veredicto hacia un texto, justificando la inclusión o exclusión de una palabra en concreto en algún momento determinado.

Tampoco es algo que sea demasiado habitual. Por desgracia, la intrusión laboral del corrector ortográfico del Word está haciendo mucho daño a mi carrera... Y luego están todos esos conocimientos adquiridos de las personas a lo largo de sus vidas en materia de lengua (al fin y al cabo, es algo que utilizamos todos a diario), experiencia que lleva a emitir juicios de valor erróneos que anulan la presencia importantísima del filólogo. Por ejemplo, decir que el catalán y el valenciano son lenguas distintas, o decir que el idioma en que está escrito este blog es el castellano, etcétera, etcétera, juicios de valor equivocados que en ningún momento se expresan bajo el amparo técnico y experto del filólogo.

El presente comentario viene a cuento de mis clases de italiano. Ayer, como parte del tema 2, la profesora nos invitó a averiguar el trabajo del resto de compañeros y compañeras de clase (E tu, che lavoro fai?). Cuando me lo preguntaron a mí, dudé unos instantes antes de decir: Insegnante di musica. Esto es, profesor de música. Después, el orgullo me pudo, y añadí: «Aunque soy licenciado en Filología...».

Si uno trabaja como profesor de música se le presuponen unos conocimientos en la materia, obviamente, e incluso la capacidad de tocar algún instrumento, en mi caso la trompeta y el piano. (No pasaba así con mi profesora de música en el instituto, la cual venía de ciencias y tenía verdaderos problemas a la hora de diferenciar el Barroco del Clasicismo..., pero esa ya es otra historia.)

Y dije que me dedicaba a la docencia del apasionante mundo del solfeo y el canto porque no puedo considerar que mi actual paso por la política como Concejal del Ayuntamiento de mi ciudad natal sea una «profesión», puesto que es algo pasajero y circunstancial. ¡Ay de los pueblos cuyos dirigentes consideren ese puesto como su trabajo y única manera de carrera en la vida! Por fortuna, para mí, la política no es más que una etapa de mi vida que tuvo su principio y tendrá su final: perpetuarse en el poder por los siglos de los siglos, y tener en ese mundo la única salida profesional y laboral, es la única manera de corromperse uno mismo y, por ende, corromper a un sistema que necesita y exige el cambio eventual de personas y pareceres que conlleven nuevas perspectivas y evoluciones.

Tampoco dije que era corrector, redactor y revisor de textos. Tampoco les dije a mis compañeros de clase que componía música o escribía poemas y relatos. Tampoco les hablé de las novelas que duermen en el cajón de la memoria esperando el momento justo de su publicación.

Hoy que lo pienso mejor, en esta mañana soleada en que parece que el frío nos concede una tregua, creo que me considero creador: creo textos, uniendo palabras y conformando oraciones cuando redacto (para mí o para otra persona) artículos, cuentos, poemas o novelas; creo música, entrelazando notas, matices y sonoridades distintas (e intentando hacer que mis alumnos también lo hagan) cuando me siento ante el piano para que la inspiración mueva los dedos y haga aparecer la melodía necesaria; y creo campañas de turismo (ayudado por el saber hacer de la técnica y las auxiliares municipales), dirigidas a fomentar el progreso y la industria de Novelda.

No obstante, la creación no está considerada una profesión como tal. Pero sí es una manera de afrontar el mundo.

Intentaré seguir haciéndolo (me refiero a vivir) desde la creatividad. Llevo veintisiete años haciéndolo y no me ha ido, por fortuna, demasiado mal.

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