sábado, 4 de diciembre de 2010

Chantaje de altos vuelos

La cifra es esta: 250.000.

Pero realmente es mayor. Cerca de 300.000. Es decir: más de un cuarto de millón de personas que se han quedado en tierra por culpa de los controladores aéreos, gente que llega a cobrar hasta un millón de euros al año por diez horas semanales de trabajo.

Esos millonarios (cuyo curso de iniciación cuesta 975 € y basta el Bachillerato para sacarlo) han dejado sin puente, sin vacaciones, sin ver a sus familias, sin disfrutar de unos días de descanso a más de 250.000 personas en toda España al convocar en la tarde de ayer una huelga porque no aceptan cobrar menos. Quieren seguir ganando un millón de euros al año por diez horas semanales. (Además, se dan casos dramáticos, como el de una niña de apenas cuatro meses que tenía que tomar un vuelo desde Canarias a Málaga para ser operada de urgencia.)

El turno de tarde acudió a trabajar y, una vez en el puesto, todos los controladores dijeron que estaban enfermos y se marcharon, la mayoría de ellos sin baja médica.

El tráfico aéreo se ha parado durante horas, algo que ha sucedido únicamente (y en contadísimas ocasiones) en casos extremos de terrorismo. De este modo, los controladores españoles, unos tipos sin carrera pero con coches de lujo y jubilación a los cincuenta años, alinean filas junto a los enemigos de la democracia, puesto que una huelga, legalizada y regulada como derecho en nuestra Constitución vigente, no se hace de un minuto al otro y sin servicios mínimos.

Ahora es cuando uno entiende que la FIFA no diera el Mundial de Fútbol a España para el año 2018. Un país que tiene este tipo de trabajadores, que son capaces de chantajear a un Gobierno utilizando como rehenes a más de un cuarto de millón de ciudadanos y ciudadanas (según palabras del Ministro de Fomento, José Blanco), no se merece un Mundial ni unas Olimpiadas. Un país que tiene unos trabajadores que incurren en varios delitos (abandono del puesto de trabajo, paralización del espacio aéreo, reclusión de personas en contra de su voluntad, etc.), todos ellos contemplados en el Código Penal, da una pésima imagen a los países vecinos, generadores de turismo e inversión.

Por fortuna, el Gobierno no se doblegó y, a principios de la noche, el Presidente Zapatero decretó la militarización de los aeropuertos, por lo que los controladores, además, incurrieron en un delito de sedición. Estos se negaban a trabajar y es posible que hasta la una y media de la tarde de hoy no vuelvan las cosas a una relativa normalidad, con la reanudación del tráfico aéreo. El Gobierno en ningún momento cedió al chantaje de unos cientos de millonarios que trabajan como controladores aéreos y, desde el primer momento, supo dar la cara ante la ciudadanía.
La guinda la puso, como nos tiene ya acostumbrados, Mariano Rajoy, Presidente del Partido Popular, líder de la oposición y eterno aspirante a ocupar el puesto de Presidente del Gobierno de España. El Sr. Rajoy, aislado en Lanzarote, balbuceó que no sabía nada de nada, se puso de parte de los controladores en vez de junto a los ciudadanos y empezó a criticar al Gobierno legítimo de nuestro país. Esas declaraciones rayan lo inaudito, lo espasmódico, lo vergonzoso... Que el líder de la oposición aproveche cualquier situación para tartamudear críticas hacia el Ejecutivo es una muestra más (y ya van varias) de las pocas ganas de hincar los codos para trabajar que tienen algunos.

Lamentable esa actitud.

Lamentable la actitud de la oposición, que aprovecha cualquier suceso para echar barro sobre la labor ímproba del Gobierno. Según el Sr. Rajoy, esto no sucede en un país civilizado (¿tampoco éramos civilizados cuando, en la mayor catástrofe ecológica de la historia, el Prestige, este mismo señor argüía que se trataba solo de unos «hilillos de plastilina»?). No obstante, gracias a Dios, sí vivimos en un país civilizado y democrático, un país que sabrá valorar en su día la lamentable actuación del principal partido de la oposición, una actuación que no es nueva, ni mucho menos. El PP nunca se pone del lado de la ciudadanía: no lo hizo cuando millones de personas salieron a la calle para gritar NO A LA GUERRA (los insultaron sin piedad), no lo hizo cuando el PSOE ganó las elecciones de marzo de 2004 (las siguen negando y nos acusaron a todos a todos los españoles de ser cómplices de una conspiración judeo-masónica). Como leí hace unos días en Twitter: «el PP prefiere una España rota antes que una España roja». Así nos va...
Además, para más inri, el portavoz de fomento del Partido Popular en el Senado se reunió hace pocos días con un representante de los controladores aéreos, lo que abre una nueva posibilidad: que el PP supiera de esta huelga encubierta, ilegal y salvaje. Después de todo, fue el PP (con José María Aznar a la cabeza del ejecutivo) el que aprobó, en enero de 1999, el convenio que blinda a los controladores con sueldos millonarios y muy poquitas horas de trabajo semanal, convenio que el presente Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero quiere modificar para igualar las condiciones de los controladores españoles a las de sus colegas europeos.

¿La solución? Una muy sencilla. Tomar medidas legales, penales y eficaces contra todos los controladores que secundaron una huelga ilegal, salvaje e insolidaria, que para reclamar derechos coartan las libertades de más de un cuarto de millón de personas.

Ya lo hizo Ronald Reagan, en 1981, en EE.UU., durante una situación similar y el mundo siguió girando.

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