viernes, 10 de diciembre de 2010

La caída de los gigantes

Ayer fue arrestada, y puesta en libertad por no considerarse la existencia de peligro de fuga, Marta Domínguez, deportista, atleta y, ante todo, una de las imágenes que la marca «España» exportaba con tanto orgullo.

Es una mala noticia. Para el deporte y para el atletismo pero, sobre todo, para la imagen de nuestro país en el extranjero. Tal vez ahora los numerosos éxitos de nuestros deportistas se vean con recelo y desconfianza: ya sucede en ciclismo, donde cualquier velocista o ganador de etapa es visto por todos (los de dentro y los de fuera, compañeros y espectadores) bajo el húmedo vaho de la sospecha.

No es bueno. No es bueno, repito, ni para el deporte, que tantos éxitos y tantas alegrías nos ha dado este 2010 que ya se nos derrite entre los dedos, y ni mucho menos para el atletismo, disciplina de sacrificio y dura recompensa que también había provocado varias alegrías estos últimos tiempos, muchas de ellas gracias a Marta Domínguez, ahora envuelta en la Operación Galgo de la Guardia Civil. Hay más detenidos, pero ella es la más visible, presuntamente incluso la cabecilla de una trama de dopaje que incluye médicos y deportistas.

Es otra forma de ver que la imagen de España que intentamos vender en el extranjero es a veces frágil y que, por ello, debemos arrimar todos el hombro para que las posibles manchas se limpien y volvamos a lucir como nos merecemos: impolutos, justos y legales.

No hay que ver en el caso de Marta Domínguez, tal como se ha querido transmitir desde algunos medios de comunicación afines a la derecha, una persecución política, por el hecho de que la atleta fuera en las listas del PP. Pensar de esa forma es no creer en la democrática y constitucional división de poderes y yo sí creo en ella.

No. Marta Domínguez (todo se verá, claro está) se arriesgó y ahora tendrá que atenerse a las consecuencias. Por el bien del atletismo, del deporte en general y de la imagen de España más allá de nuestras fronteras. Para que dejemos de asistir, citando el título de la última novela de Ken Follet, tristes, impotentes y cabizbajos, a la caída de los gigantes.

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