viernes, 3 de diciembre de 2010

Matar al mensajero

Quería escribir hace tiempo acerca de Julian Assange, creador de la web Wikileaks, una plataforma que está poniendo a la luz las vergüenzas y la invulnerabilidad del Gobierno de los EE.UU. y, por extensión, de sus países aliados.

Conversaciones filtradas, documentos secretos que ya no lo son, democracia en manos de niños con traje y corbata... Lo cierto es que, escándalos aparte, Wikileaks y su fundador tienen todos los ingredientes para protagonizar un buen thriller al estilo Hollywood: un pasado turbio por parte de Assange, lleno de secretos e informaciones contradictorias o sesgadas, una web que se mantiene no se sabe muy bien cómo, una reciente orden internacional de busca y captura, etc. Yo iría a ver esa película, sin duda, y más teniendo en cuenta que en los créditos iniciales luciría la consabida estampa de «basada en hechos reales».

Sin embargo, aunque ahora se quiera dañar la reputación de Julian Assange salpicándole del peor delito que existe en los ideales occidentales (el de agresión sexual), en todo este asunto reina un constante rumor de: «uy, nos han pillado...».

Por consiguiente, los Gobiernos que se han visto, de una manera u otra, contaminados o involucrados por las filtraciones de Wikileaks se dedican ahora a matar al mensajero y, como mucho, a echarle las culpas al funcionario o militar de turno, pero poco más.

Aquí, en nuestra Comunitat Valenciana, sucede otro tanto: en el escándalo del Gürtel, por ejemplo (pero también en el caso Brugal o en el culebrón de Carlos Fabra), en vez de asumir todas esas conversaciones telefónicas en las que se comprueba la malversación de fondos, el cohecho, el tráfico de influencias, la corrupción y las vergüenzas más íntimas de consellers, diputados, la Presidenta de les Corts, alcaldes, el President de la Generalitat, concejales, cargos orgánicos de partido, etcétera, hasta llegar a un total de 200 imputados, todos ellos vinculados estrechamente al Partido Popular; en vez de asumir responsabilidades, como decía, se tiene todavía la osadía y la irresponsabilidad de culpar a quien grabó las conversaciones.

Se vuelve a matar al mensajero. Se vuelve a minar la labor periodística en pro del interés de unos pocos.

Y así, se asume que no es delito que uno le diga a un empresario que hinche una factura en concreto (por ejemplo la visita del Papa) para luego repartirse el dinero entre ambos, o que uno considere al cabecilla de la trama de corrupción más grande de España su «amiguito del alma», o que le comente «te has pasado tres pueblos con el regalo de mi mujer...», o que a una señora le regalen un reloj de 2.400 euros a cambio de un contrato a favor...

Todo eso se asume cuando sale a la luz como algo normal e inherente a la clase política. Esto es, que no es delito el decirlo, sino el que se sepa.

Cuando Eduardo Zaplana, ex President de la Generalitat Valenciana, dijo «estoy en política para forrarme», no fue un problema que lo dijera, sino que se le grabara diciéndolo.

Son estas las cosas las que van minando la democracia y las libertades de los pueblos. Dentro de pocos días celebraremos los treinta y dos años de nuestra Constitución, y ya parece que haya gente y partidos políticos que se sienten incómodos con nuestra Carta Magna. Tres décadas de democracia y plenos derechos y ya empiezan a asomar los fantasmas de tiempos pasados.

Aquí, en la Comunitat Valenciana, estamos acostumbrados a que los medios públicos (Radio Televisión Valenciana a la cabeza, y Canal 9 como punta del iceberg) simplifiquen, modifiquen y manipulen la información. No obstante, mucho me temo que el mundo no está preparado para Julian Assange y Wikileaks, posiblemente el último soñador que quede. Las democracias aún siguen pensando que lo que no se sepa no ha existido, pero la información es libre y no puede negarse o detenerse su curso si sale a la luz.

Por eso, pienso que la culpa no es de Wikileaks. Quizá el problema resida en que hay personas que se dedican a lo público como forma de ocultar sus desmanes y luego son incapaces de reconocer la vergüenza, agachar la cabeza y marcharse a casa.

5 comentarios:

  1. Ole, ole y ole, Sergio!
    Yo también creo que la culpa no es de Wikileaks y demás, porque me parece muy bien que salgan a la luz estas cosas. Además, todos esos funcionarios y demás, ¿qué se creen? ¿Que la verdad no sale a la luz? No. Tarde o temprano, sale y no creo que la culpa sea de aquel que lo saca a la luz. Cumple con su trabajo y, además, de una buena forma: informando de todo aquello que nos ocultan.
    Me repugna ese control de la información... y luego se habla de libertad de expresión. Já! No hay más que ver cómo se ponen cuando salen a la luz estas cosas... venga, hombre!
    Te recomiendo un libro que trata continente por continente, todos aquellos temas que se ocultan, se censuran o aquellos de los que no se informa correctamente, tal y como pasan las cosas: Desinformación, de Pascual Serrano.
    Un saludo, Sergio! :)

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  2. "No es delito el decirlo, sino el que se sepa" me quedo con esto... habría que pararse a pensar...

    Un beso Sergio.

    M.Ángeles

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  3. Buenas tardes, Sergio. Leído y disfrutado este articulo x movil. Es engorroso ecribir por aqui, pero con brevedad: cd llegue la prueba habra condenas, no antes, x indicios claros que se den. Todas las tendencias politicas tienen sus plataformas informativas afines. Libertad de informacion? Seguro. Objetividad? Diria que no. En cosas trascendentes, ningun medio. Un abrazo. Claudio Rizo.

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  4. Pues si señor, así es , tal y como usted lo ha contado.
    Lo peor de todo es que es un movimiento por inercia que ha infectado todo el panorama social. Tu estas dentro del panorama político, tu puedes plantearte cambiarlo.
    La misma semana que tu escribiste esto yo publique esto otro en mi Blog. Parece que estamos de acuerdo en muchas cosas.

    http://clinclinclinclok.wordpress.com/2010/12/10/282/

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  5. Gracias a ti, Geraldo, por visitar este humilde blog.
    Un saludo.

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