viernes, 8 de octubre de 2010

11-S

Hoy es 11 de septiembre, una fecha que ha quedado grabada para siempre en la memoria de muchas generaciones. El día en el que todos recordaremos dónde estábamos, qué hacíamos, con quién estábamos.


Aquel día de 2001 pasó a la Historia con mayúsculas de millones de personas alrededor del mundo, siendo, tal vez, uno de los primeros acontecimientos globales retransmitidos en directo para todo el mundo. A mí, como a muchos, me pilló en casa. Eran las tres de la tarde (hora española) cuando se cortaban todas las emisiones de las cadenas de televisión para anunciar que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas de Nueva York. Poco después, ya en directo, todos los periodistas narraban cómo otro avión chocaba contra la otra torre. Esa misma tarde, los periódicos sacaron ediciones extra en un ejemplo clarísimo de inmediatez. (Años después, en 2004, algunos medios de comunicación quisieron negar la evidencia de los atentados islamistas de Madrid con una también clarísima utilización electoral del terrorismo.)


Pocas horas después, las Torres Gemelas, cuyas estructuras no pudieron soportar los embistes, se vinieron abajo. Aquel día tambiién hubo otros ataques, como el que supuestamente recibió el Pentágono (y del que nada más se supo) y el avión secuestrado cuyos pasajeros trataron de recuperar y que acabó estrellándose en un campo de Pensilvania.


Como consecuencia de los atentados, EE.UU. invadió Afganistán en busca de Osama bin Laden (de quien tampoco nada se ha sabido) y, dos años después, invadió Irak con la excusa (nunca demostrada y actualmente denostada) de la posible existencia de armas de destrucción masiva. Para esta última invasión, EE.UU. contó con la inestimable ayuda y camaradería del Reino Unido y España, cuyos Gobiernos se aliaron con EE.UU. apoyando una mentira que, hoy ya totalmente confirmada, en su día carecía de fundamento. Las supuestas armas de destrucción masiva fueron la excusa perfecta para derrocar a Saddam Hussein, armas que, dicho sea de paso, sí tienen otros países que gozan de la total protección por parte de los Estados Unidos.


Sea como fuere, nueve años han pasado desde que el primer avión se estrellara contra la Torre Norte. Cada uno de nosotros, espectadores anónimos, tuvo una sensación distinta, pero sobre todo sabíamos que estábamos contemplando un pasaje de la Historia de la Humanidad. Hollywood también nos ofreció su particular visión de los sucesos en algunas películas (World Trade Center, United 93...).


Sin embargo, lo que verdaderamente pone los pelos de punta, son las más de tres mil vidas que se cobraron aquella mañana del 11 de septiembre de 2001. Tres mil vidas con tres mil historias distintas, más de tres mil sueños rotos, más de tres mil promesas quebradas. Aquellas personas, de distintas nacionalidades y religiones, quedaron sepultadas bajo los escombros y sus voces se apagaron para siempre. El mejor homenaje es recordarlas. Y no, como pretende (o pretendía) el pastor de una pequeña comunidad religiosa de Florida, Terry Jones, convocando un acto de quema de Coranes...

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