martes, 26 de octubre de 2010

Déjame entrar...

En 2008, el sueco Tomas Alfredson dirigió la película Låt den rätte komma in (en español,
«Déjame entrar»), con guión de John Ajvide Lindqvist, que había publicado la novela homónima cuatro años antes. Aquí podéis ver el tráiler.




En España se estrenó en octubre de 2008, durante el Festival de Sitges, con gran éxito de crítica y público. Es una película preciosa, una fábula inmensa sobre el amor en la adolescencia.

Por un lado tenemos a Oskar, un niño tímido que sufre acoso escolar y sueña por las noches con una venganza que nunca llega. Por el otro está Eli, una niña que se acaba de mudar a los apartamentos donde vive Oskar (de hecho, son vecinos y sus cuartos están pared con pared). Entablan amistad, una amistad profunda y verdadera, pero Eli es en realidad un vampiro, una niña eterna de 12 años que necesita sangre para vivir.

No es para nada una película de horror y miedo, sino más bien una historia de amor con trasfondo social en la que la trama ha sufrido una vuelta de tuerca más: es la clásica relación chico-conoce-a-chica, pero aquí teniendo en cuenta que la chica es vampiro. Tampoco se asemeja en nada a la serie de libros y películas de la saga Crepúsculo. Como en este caso, no he leído los libros, pero sí he visto todas las películas estrenadas hasta la fecha. Amor juvenil, trasfondo popero y fantasioso, atisbos de un guión atractivo, pero personajes y actuaciones huecas (al menos en la gran pantalla) que van claramente dirigidas a un público adolescente (y femenino, me atrevería a añadir), que Déjame entrar no toca, por fortuna.

En la película sueca, tanto el niño como la niña, además de los personajes secundarios (la madre, los distintos profesores, vecinos de la ciudad, los otros niños...), están delineados con maestría, y las interpretaciones de los dos protagonistas están muy logradas. Es, por tanto, una recomendación que me permito haceros para este otoño en el que ya parece que por fin nos visita el frío.

Otra cosa sería preguntarse cómo es que las historias suecas sientan tan bien en estas tierras mediterráneas. ¿Será por la distancia climática? Stieg Larsson y su saga Millenium pusieron en el mapa lo que Henning Mankell ya llevaba haciendo durante años. Y también deberíamos preguntarnos el porqué de ese auge repentino por el mundo de los vampiros. ¿Será, tal vez, por el deseo de inmortalidad que atesoramos todos los mortales? Desde Crepúsculo hasta la serie de libros de Crónicas vampíricas o la serie para televisión True blood, quien más o quien menos se ha sentido atraído alguna vez por ese mundo fantástico y esa estética oscura que muestran las clásicas historias de vampiros, pero, como hace perfectamente Déjame entrar, con una vuelta de tuerca. Y es que el vampiro del siglo XXI ya no busca sangre humana per se, sino que también trata de entablar amistad y conversación con los seres humanos que comparten el mundo con él. Y ahí surge la trama, sobre todo cuando el amor hace su aparición en escena.

El pasado 1 de octubre se estrenó en Estados Unidos otra versión de Déjame entrar, basada en el libro original y no en la película de 2008, algo de agradecer en esta época de remakes. En vez de hacer una versión americana del filme sueco, el director, Matt Reeves, ha escrito el guión basándose en el libro. Quizá deberíamos preguntarnos si era necesario: la primera película ya está lo suficientemente bien rodada y construida. ¿Hacía falta una versión estadounidense, seguramente con más sangre y más sustos, lo que se alejaría del espíritu inicial de una historia de amor entre dos adolescentes embuidos en la soledad, cada uno por un motivo distinto?

En pocos meses podremos comprobar el resultado.

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