Hoy, 30 de octubre, Miguel Hernández Gilabert, el Poeta del Pueblo, hubiera cumplido cien años. El régimen franquista lo dejó morir en la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942. Aquel día se perdió una voz importantísima para la Historia de la Literatura Universal, una voz y unos versos que continuaron censurados durante décadas, como he podido leer esta mañana en el Diario Información, en un genial artículo firmado por José Carlos Rovira.
No les valió a los ganadores de la Guerra Civil el haber dejado morir a Miguel Hernández. Tuvieron, además, que prohibir durante lustros sus obras, una poética de libertad y esperanza para el futuro.
Por fortuna, hoy en día los estudiantes y todos podemos leer y acercarnos a la obra inmensa del poeta de Orihuela. Es una recomendación eterna. Nunca es tarde para aproximarse a la vida y obra de un poeta, y más aún cuando ese poeta es parte de nuestra Cultura y nuestra Historia.
Y otra recomendación: que jamás se vuelva a repetir la barbarie que España tuvo que sufrir durante la dictadura franquista. Aniquilar la obra poética de alguien es cortar las alas a toda una nación, ahogar su futuro y cercenar su libertad.
Hoy, más que nunca, «para la libertad sangro, lucho, pervivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, / como un árbol carnal, generoso y cautivo, / doy a los cirujanos».
¡Grande Miguel, eterno Hernández!
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