Por un lado están aquellos que ven en un partido político los herederos legítimos de una República que comenzó muy bien pero que, poco a poco, se fue perdiendo en sus ideales. En el otro lado están quienes piensan que un partido político heredó las personas y los genes de aquellos que provocaron la Guerra Civil y sumieron a nuestro país en la más atroz de las miserias (en cuanto a evolución sociocultural y de progreso). Ninguna guerra es buena, por supuesto, pero mucho menos la que se orquesta mediante la disputa ideológica de hermanos y hermanas, hijos de la tierra, nacidos bajo el mismo sol y unidos por la misma lengua y el mismo pasado.
Por supuesto, esas dos Españas a las que me refiero representan a los dos partidos mayoritarios, aunque hay partidos políticos donde esos dos extremos son la médula central y beben directamente de unas fuentes de hace demasiadas décadas como para que hoy caminen en la actualidad. En el medio, dicen, está la virtud; e incluso en el medio de esos dos partidos mayoritarios, allá donde las ideologías reaccionarias no afectan al sentimiento de afección política hacia uno u otro partido, existen personas que rechazan esos pensamientos radicales que (como suele suceder en toda confrontación política, cultural, religiosa o filosófica) no entienden al Otro como diferente pero compatible sino como opuesto, adversario y contrario; esto es, algo que despreciar por naturaleza, algo que perfectamente se podría eliminar.
Hace pocos días, en un comentario a través de la red social Facebook, escribí que había aún personas (a las que describí como «fachas» en las acepciones de «mamarrachos» o «de ideología política reaccionaria», siempre según el diccionario de la RAE) que pensaban que la actual crisis económica se acabaría fulminantemente de haber elecciones generales y ganarlas el partido que actualmente ocupa la oposición en nuestro país. Y en el fondo es cierto que hay muchísimas personas que lo creen, personas que quizá desconozcan o no recuerden cómo llegamos a esta situación mundial y cómo nuestro país se vio afectado en mayor medida por culpa del boom inmobiliario de mediados de los 90 y la consecuente crisis del ladrillo. Personas que no entienden que no es necesario el cambio de un líder político por otro, sino más bien la regeneración interna de un conjunto de ciudadanos (los que más elevan la voz) que todavía parecen recrearse y disfrutar del odio acérrimo entre españoles de a pie.
En su día, a través de Facebook, ya dejé claro que en ningún momento ese calificativo hacía alusión a los hombres y mujeres que conforman el Partido Popular, a los que considero, por fortuna y en su gran mayoría, mujeres y hombres fieles a la legalidad constitucional y a las normas básicas de convivencia cívica. No obstante, si algún miembro (o simpatizante, o votante) del PP se sintió aludido por ese adjetivo, le pido disculpas. También por fortuna, la mayor parte del Partido Popular se aleja de esos cimientos ideológicos de otras épocas.
El diálogo que mantuvimos a través de la red social antes mencionada, entre otras personas, un sacerdote de la Iglesia Católica y yo, se quiso extrapolar y descontextualizar completamente, llegando incluso a saltar a la palestra informativa de un medio de comunicación de alcance provincial, quizá pensando que lo inusual (?) de los participantes de ese diálogo (un sacerdote y un concejal del PSOE) debía prevalecer sobre el hecho más importante: la conversación perfectamente amistosa y en buenos términos que dos personas estaban llevando a cabo a través de Internet.
Como al final tuve que explicar en una nota de prensa, obligado por las circunstancias de la manipulación que se estaba efectuando acerca de nuestras palabras, no era más que una charla entre amigos. Nada más. Si eso es noticia a nivel provincial, siendo portada principal, es que algo estamos haciendo mal, tanto las personas que nos dedicamos a la política, como las personas que nos dedicamos a la enseñanza.
Y más cuando el partido político que se sienta al otro extremo del banco municipal emplea esas palabras sesgadas para tratar de hundir mi reputación, sin ni siquiera detenerse a leer la conversación completa; es decir, el original. A mí en la universidad, en la Facultad de Filosofía y Letras me enseñaron a leer los textos originales según el contexto, el autor, los destinatarios…, lo que se viene llamando Pragmática, vamos. Por desgracia, aún rondan los espacios públicos del civismo personas que prefieren criticar el lunar antes de contemplar el rostro completo.
Hay dos Españas, ciertamente, o eso es lo que muchos pretenden todavía: que haya dos bandos bien diferenciados para aprovechar cualquier nimio asunto para echar tierra de abono sobre un bando u otro. Triste. No me gusta esa sensación reinante en numerosos medios de comunicación nacionales, que solo contemplan la crítica abusiva hacia uno de los lados, sin ver el problema en su conjunto. En estos casos, como en muchos otros, vemos la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el nuestro. Y no me gusta esa sensación porque luego se traslada a la población, por las calles, donde (como sucedía en tiempos que todos creíamos olvidados) todavía se sigue marcando a la gente según la orientación de su voto.
Mientras tanto, en Novelda, en mi querida ciudad natal, también hay gente que quiere que esas dos Españas se enfrenten diariamente. Es una lástima. Piensen lo que piensen, yo seguiré creyendo que hay una única Novelda, y ahí es donde debemos trabajar firmemente y con constancia. No permitiré que intenten doblegarme con mentiras del pasado con la única intención de enturbiar una impoluta gestión actual al frente, entre otras, de la Concejalía de Turismo. No les aburriré con datos y ejemplos de cómo un presupuesto actual de 61.750 euros da para organizar las III Jornadas Gastronómicas, la III Ruta del Tapeo, la II Festa del Xanxullo, la II campaña El mes dolç, el III Trofeo de Cocina con Azafrán, la II Fira del Raïm, la campaña Cómete Novelda, ir a FITUR y a TCV, etcétera, etcétera, y en 2005 (con más de 140.000 euros de presupuesto) solo servía para ir a ocho ferias de turismo y poco más. No les aburriré detallándoles, desde 2007, todas las iniciativas que se han creado, gracias sobre todo a escuchar a la técnica y demás profesionales que trabajan en la Oficina de Turismo, gracias también a escuchar los comentarios y aportaciones de la gente. Para eso están los folletos y la memoria colectiva, mucho más sabia que la selectiva y maniquea.
Tampoco lo hago por vanidad, por supuesto; lo hago por Novelda, porque es mi tarea y porque quiero que todos esos miles de turistas que vienen al año (alemanes, ingleses, neerlandeses, italianos, franceses, nacionales…) se lleven un buen sabor de boca (gracias a nuestra espléndida gastronomía, ahora por fin promocionada de forma digna) y, ante todo, una buena imagen en la retina (gracias a nuestro patrimonio histórico y modernista, nuestras fiestas, nuestra cultura…).
Si uno solo de esos miles de turistas vuelve a su casa pensando que ha visitado una ciudad hermosa, cuidada y con buenos ciudadanos, habremos triunfado. No yo, claro está. Habremos triunfado todos. Y ese es mi objetivo desde que prometí mi cargo como Concejal del Ayuntamiento de Novelda en junio de 2007.
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